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Escribe en un libro lo que ves y envíalo a la siete iglesias que están en Asia

Amados hermanos del Señor Jesucristo, la paz y gracia les sean concedidas en su espíritu abundantemente para edificación y crecimiento espiritual sostenido y firme, amén.

Hermanos nuestros y del Señor Jesucristo. Apocalipsis es un libro que debe ser leído y enseñado conforme al Espíritu para crecimiento en el conocimiento de los últimos tiempos; edificación y no caer en la apostasía; fomentar la esperanza de gloria y la fe; y trabajar más arduamente en el ministerio de evangelización y notificación a toda criatura, conforme a lo que el Señor Jesús quiere que su iglesia haga: esperar y añorar su venida.

El apóstol Juan refiere que él tuvo el propósito de estar en la isla de Patmos, justo enfrente de la península de Anatolia, entonces la provincia romana de Asia.

De entrada, por la ubicación geográfica de la isla, denota que el mensaje dado a las iglesias establecidas en el mundo gentil (la península) viene directamente de Jesucristo, nuestro Señor, a través de las visiones que tuvo. Es decir, no es doctrina mundana ni sabiduría de hombres, sino un mensaje de lo Alto traído por nuestro propio Maestro, quien tuvo la gracia de venir desde su trono para dar a su amado apóstol Juan el mensaje de viva voz. También Patmos luce enfrente a todas y en el horizonte de la isla viendo al noreste desde la misma se contemplan a lo lejos el cielo que las cubre a todas, es decir el alcance de los espíritus de la iglesia sobre toda la Tierra. A su vez, puede percibirse la ruta de dedicatorias en los mensajes, desde la iglesia primitiva hasta justo antes de la venida del Señor Jesucristo, siguiendo una ruta con el siguiente itinerario: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y finalmente, Laodicea. Ya se describió en el anterior tema mediante un mapa conceptual la temporalidad de estas iglesias.

Ubicación de las siete iglesias en la provincia romana de Asia, actual Turquía. Fuente:Wikipedia


Nótese, además, la ausencia de mensaje a ciudades como Jerusalén, Jericó, Betel, Nazaret, entre otras (todas dentro de la escritura, pero sin propósito alguno para la iglesia al ser asentamientos judíos) con lo cual nos hace recordar nuevamente el duro mensaje de Jesús al falso testimonio judío:

Excluyendo de esta revelación y restauración a lo antiguo. Por tanto, la iglesia tiene uno y solamente uno de los siete fundamentos anteriores, uno de estos espíritus y quien desee voltear y cambiar el deseo expreso del Señor Jesucristo, será convertido a manera de una estatua de sal.

Pero regresando al mensaje que nos ocupa, establece que con tribulación ha sido tomado en cuenta como digno receptor del mensaje de nuestro Señor Jesús, añadiendo reino (poder del Espíritu Santo) y paciencia, pues no podía morir hasta recibir el mensaje. El Espíritu me hace reflexionar que, en el tiempo de recibir este mensaje profético, ya varios hermanos suyos (apóstoles y hermanos en la fe) habían partido con el Señor al paraíso. Además, estaba en ministerio de evangelización en aquellas tierras griegas participando de la palabra de Dios y guardando fielmente el testimonio de Jesucristo.

El versículo 10 dice: Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, dando a entender que el día del Señor fue el día de su venida a él para ser revelado, no un sábado. Del mismo modo que nadie sabe el día y la hora de la segunda venida, tampoco Juan supo el momento de su visitación hasta que se le apareció a Juan.

¿Por qué se le apareció a Juan y no a Pedro, Santiago, Mateo o los otros apóstoles? ¿Por qué profetizó que Juan no moriría hasta que él viniese y reconvino a Pedro por cuestionar la decisión expresa de Jesucristo? Por causa del amor. El Señor Jesucristo ama a los suyos, pero tiene también a sus amados, es decir, fieles servidores a quienes profesa un amor especial y él, en su voluntad revela misiones importantes y especiales a través de las épocas. Así como Juan recibió este amor porque el corazón de este discípulo fue puro en todo, así el Señor no se priva de amar a ciertos hermanos para dar a conocer profundidad de los misterios de Dios, pero esto no se logra si no hay amor perfecto. Bienaventurado el varón a quien Jesucristo ame en verdad, pues le tiene designado un servicio valiente y que no cualquiera es capaz de realizar, sino solo aquellos a quienes nuestro amado Señor Jesús considere aptos (los vencedores).

Inmediatamente después el autor verdadero de este libro hace su presentación como conviene, con las reales y verdaderas características que le distinguen:

11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

La misión de vida de Juan no era predicar solamente, sino escribir el libro. Podrán inquirir: Pero si Jesús vino y ya estuvo con Juan y desde entonces ya le amaba ¿por qué no le reveló antes de ascender el Apocalipsis? Total, ya el mismo Jesús había dado señales y advertencias de los tiempos por venir. Porque no era el tiempo y Juan debía primero perfeccionarse en el amor. Por eso primero escribió el evangelio, donde narra su experiencia en la Tierra sobre cómo se dio su conversión y convivencia primaria con Jesús, el Hijo del Hombre, aquí experimentó el primer amor que todos tenemos: conocer a Dios y conocer espiritualmente a Jesucristo como Juan. Luego, cuando escribió sus tres cartas, mostró una adultez espiritual, cuando su mente ya era la de Cristo y con la inspiración del Espíritu Santo nos muestra el tope donde comienza a manifestarse la perfección: fe, dominio de lengua y conocimiento total de Dios por medio del amor fraternal. Finalmente, en Apocalipsis vemos a un hermano totalmente entregado al servicio y el amor mutuo y lealtad que une a los siervos con nuestro Señor. Tan es así que ama a nuestro Señor que cuando le reconoció cayó rendido a sus pies.

Aquí en este punto se da la instrucción: escribe en un libro lo que ves y el mandamiento: envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Todos los que amemos al Señor Jesucristo recibiremos nuestra instrucción y mandamiento para trabajar en los que nos toca. Y de este libro ya escrito, tenemos la encomienda directa de nuestro Señor Jesucristo de leerlo y enviarlo a las iglesias de igual forma, según el espíritu que las mueva para su amonestación. En conclusión: todo creyente de nuestro Señor Jesucristo debe aspirar a leer este libro y compartir la gracia redentora del Hijo de Dios que tiene todavía hoy y, además, saber que nuestra eternidad es vida infinita en su amor.

Luego, en el versículo 12 dice: Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, donde con tristeza veo mucho simbolismo para con lo judío este aspecto. Lo escrito es claro: SIETE CANDELEROS DE ORO, no dice: UN MENORAH DE ORO. Es decir, siete entidades distintas, siete seres vivos cada uno en su tiempo espacio y no un objeto ramificado en siete. No podemos caer en la idolatría judaica, puesto que si el Señor Jesucristo maldijo la higuera para que se secase es porque ahora él es la vid que sustituye a la higuera y nos alimenta con su palabra. No comparte ni cede. Todo el origen del conocimiento y sabiduría es de Jesucristo porque así le plació al Padre y porque él mismo en Apocalipsis ya es Rey Vencedor.

Continúa el texto:

13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.

14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;

15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.

16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.

Es la potente presencia de Jesucristo actualmente: Señor, Salvador y Maestro nuestro. Es nuestra realidad y futuro. Ya nunca más el hombre carpintero, ni mucho menos la estafa del barbado con rasgos caucásicos estilísticos. El diablo ha puesto esa falsa imagen porque quiere que las multitudes se entretengan con las cosas de abajo y no con las de arriba.

Cuando dice “semejante al Hijo del Hombre” es porque él lo vio familiar, como al Maestro que él conoció en la carne, en su voz y en su presencia fuerte. No pudo ver su rostro porque refulgía cual sol resplandeciente en su fuerza (cegador). Esta es la autoridad con la cual él hizo todas las cosas en su ministerio, su verdadero poder.

Menciona tenía siete estrellas en su diestra, es decir, algo importante, valioso y sobre todo, suyo.

Por el impacto de tal visión y presencia, continúa la experiencia de revelación de Juan: 17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; el Señor Jesús, consciente que su magnificencia agobiaba la humanidad de Juan, le consuela y le reconforta como el amigo que es para él. A Juan le habla amorosamente, cual amigo fiel. Y le recuerda su estatus de Ser Eterno, como el Padre.

En los últimos versículos a considerar en este tema se lee:

18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.

20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.

¡Gloria a Dios! El Señor le recuerda a Juan que él está vivo y aun así murió, para experimentar, derrotar y sojuzgar a la muerte trascendiéndola. En él está la vida y la muerte, la salvación y la condenación, porque él cierra las puertas del Hades y la muerte a quienes creen en él abriéndoles la vida eterna al lado del Padre y abre las puertas del Hades y la muerte a quienes no creen en él por cuanto siguieron sus propios caminos alejándose del Padre.

Ahora bien ¿por qué pone estrellas y candeleros? Las estrellas son los espíritus (7) que son la fuente de luz de los candeleros, provistos por Jesucristo. No que sean siete Espíritus Santos, sino siete edades de revelación por el mismo Espíritu Santo de Dios. Luego, esta luz se posa sobre cada candelero e ilumina con la luz del testimonio de la verdad (evangelio de Jesucristo) y los candeleros son los depositarios de esa luz y calor que da la estrella (el poder y el amor). Todo candelero ha de tener base sobre el suelo (la Tierra) a la cual destella la palabra de vida, el testimonio y la salvación para que las multitudes sean notificadas: una para salvación y otras para condenación.

El que salga de la diestra del Señor Jesús significa que él dio esa palabra para ser esparcida: es su sana doctrina en siete edades, para siete tipos de generaciones en siete dispensaciones de los tiempos, todos los cuales pertenecen a una sola generación: la iglesia de Jesucristo en la Tierra. ¿Pueden coexistir los espíritus de la iglesia? Sí, pero unos ya dejaron de alumbrar (menguó su tiempo) y otros están vigentes. El último candelero será Laodicea y cuando éste se apague, entonces vendrá el origen de la luz: el Hijo de Dios, para alumbrar y destellar con tanto poder a todo el planeta que todo ojo le verá y así como Adán huyó de la presencia del Creador, así huirán los alumbrados por terror de esta luz cegadora: el Sol de Justicia que es nuestro Señor Jesucristo.

No es fuego lo que alumbra sobre los candeleros, es luz: la luz de Jesucristo.

En resumen: esta revelación es importante que se sepa en toda la Tierra porque es la luz que Jesucristo quiere resplandezca en ella, al estar llena de tinieblas por el pecado y el mundo, así las almas pueden acceder a esta salvación tan grande. Hay que leer, entender y anunciar a todos los que creen y no creen que Jesucristo es la luz que alumbra al mundo, el alma y muestra el camino único hacia la vida con el Padre quien habita en los cielos, amén.

Dejamos a su disposición lo contenido en Apocalipsis 1: 9-20. La paz, amor y gracia del Señor Jesús es con ustedes amados hermanos, amén.

9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. 10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. 12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, 13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. 17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas. 20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.


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