Que la paz, la gracia y la sabiduría de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios, sea en todos ustedes amados lectores y creyentes, en su espíritu, amén.
Terminamos con la lectura y meditación del pasaje en Mateo 12: 22 al 37, en su parte final, 33 al 37, que a la letra dice:
33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. 34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
El Señor Jesús, fiel al Padre en su decir y hacer, obediente hasta la muerte en su testimonio de servir al Dios Vivo delante de los hombres realiza una declaración de poder, la cual persiste hasta el día de hoy. Realiza una analogía que resalta la naturaleza y esencia del hombre con otra criatura creada: un árbol, ser viviente que es inamovible y no puede transformarse de la noche a la mañana en su estructura, composición biológica y su rol en el entorno natural.
¿Por qué compararse a un ser humano cualquiera con un árbol? Porque ambos tienen un perfil ya hecho, y solo el poder de Dios puede -en el caso del hombre- volver a nacer a la esencia espiritual del mismo.
Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo expone cátedra exquisita y especifica que hay dos tipos de árbol (esencias naturales que Dios ve): el árbol bueno y el árbol malo. El árbol bueno da buen fruto y el árbol malo da mal fruto. Y concluye que según el fruto es la naturaleza del árbol. Pareciera que es obvio, pero en realidad no lo es: porque todos asumimos que todos los árboles (personas) son buenos o son malos, según nuestra parcial observación; de modo que los hechos y dichos dictan qué tipo de árbol es y si se puede comer de su fruto o no.
Consideremos dos especies vegetales arbóreas para esta comparación del Señor Jesús: Malus domestica o manzano común, el cual conocemos sus versiones variadas y también Hippomane mancinella o manzanilla de la muerte, especie mortal para el consumo humano. Por nombre podríamos inferir el tipo de esencia de estos árboles; no obstante, si pongo delante de ustedes ambos frutos, ¿podrán dilucidar cuál es cuál?
De hecho, ambos frutos son atractivos a la vista, ambos son verdes y pueden comerse, más uno hará un gran daño si se ingiere pudiendo provocar hasta la
muerte. El otro es alimento puro. Ambos tienen sabor a manzana, pero el tóxico es dulce y el nutritivo es ácido. ¿Cómo saber esto? Pues sobrevivientes han declarado su experiencia.
Tan incompatible con la especie humana es esta versión tóxica que todo del árbol: ramas, follaje, madera, savia, flor y por supuesto, fruto son cáusticos, venenosos e intocables. Incluso, si se quema contamina el aire circundante y ataca las mucosas respiratorias, si se tiene contacto con su savia quema instantáneamente y aun el agua de la lluvia que toca su follaje y pretendamos refugiarnos en su sombra será la peor decisión al transformarla en lluvia cáustica que nos quemaría.
Y esto es porque nos habríamos basado en la simple vista, no razonando el accionar del prójimo que nos circunda. Y a esto se refiere el Señor Jesús: quien es malo, es malo. No puede una persona ser buena ni tener buenos deseos como tampoco buscar el bien porque no es su esencia.
Una persona de Dios, que tiene el Espíritu Santo en sí, no puede dar mal testimonio, causar el mal, contradecir el evangelio y manchar el nombre de Cristo. Errores y caídas puede haber, como en alguna cosecha salgan frutos defectuosos, pero no cambia la naturaleza comestible del hombre.
Entonces, quienes andamos en la fe y creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios somos como manzanos que la gente come (nuestro testimonio en dichos y hechos concordes al nuevo pacto) y les nutre y les hace sentir llenura y bienestar y entonces buscarán la fuente de vida: el Señor Jesús.
Y si alguien se apega a las personas malas, solo obtendrá dolor, enfermedad y malestar, matando su esencia espiritual y convirtiéndole en un muerto espiritual. No me refiero a falsas moralidades, religiosidades o conductas, sino a las impías, odiadoras, necias, rebeldes, blasfemas y contumaces.
Luego enjuicia el origen demoniaco de estos seres opositores, enemigos de Dios y del Cristo: generación de víboras, al igual que el mismo Beelzebú que invocaron para demeritar el poder del Espíritu resultó ser el progenitor espiritual de estos malvados falsos siervos. Al cuestionarlos sobre si en ellos algo bueno habría de ver, les confirma que es negativo, porque procuran sus propias obras y privilegios antes que ceder un ápice en favor del Enviado y su corazón es fuente de toda inmundicia, maldad y pecado.
De manera que, todo corazón entregado a Cristo no puede dar malos frutos y todo corazón consagrado al diablo o a sí mismo no puede dar buenos frutos. El que es malo seguirá siendo malo y el que es bueno para Cristo y por gracia de Dios hace lo de Dios en el nombre de Cristo.
Y tan es así, que existe un libro del cual ya se habló en el blog que consiste en registrar estos testimonios, donde cada palabra hecha quedará registrada para hacerla del conocimiento del hombre quien las hable, lo que están ordenados para condenación.
Cierra nuestro poderoso Salvador que por las palabras dichas podemos ser justificados o condenados. Pero lo dice enteramente por ellos, por cuanto blasfemaron pudiendo haber dicho lo opuesto y ser hallados con gracia.
Ante tal comentario, no pudieron rebatir más, sabiéndose exhibidos y sin remordimiento seguían buscando algún resquicio de error para enviarlo a la muerte… Mas no era su tiempo todavía.
Preciosos de Dios y Cristo: si bien somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo también es cierto que no debemos provocar que otros se pierdan por causa de un mal testimonio nuestro, palabras impropias y acciones que provoquen burla o denuesto al precioso nombre de Jesucristo. Somos luz, estamos vivos y somos frutos buenos para las almas que todavía no son salvas.
Procuremos pues, hacer valer nuestra esencia siendo obedientes en todo a lo que nuestro Señor Jesús dejó dicho y a través de sus discípulos fue llevándose el mensaje íntegro hasta el día de hoy.
Que el amor, el poder y la fortaleza espiritual sea en ustedes, amados hermanos nuestros, en su espíritu, amén.
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