El testimonio de amor de la mujer del alabastro
- Cuerpo Editorial
- hace 11 minutos
- 4 Min. de lectura
Amados hermanos nuestros, que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.
Horas después del término de su discurso en el monte y, mientras los sacerdotes conspiraban para da arresto, tortura y muerte a nuestro Señor, Jesús se traslada a Betania para posar en casa de un creyente, Simón el leproso (quien ya no era leproso) invitado a pasar un tiempo ahí.
Ahí el Señor Jesús, reparte y comparte tiempo de calidad con ellos, charlando y conviviendo con ellos. Seguramente -pues el Espíritu no registra textualmente qué hacía ahí en esa casa- platicar y resolver dudas y preguntas ante los asistentes. Pongamos en perspectiva lo que la Escritura menciona al respecto en Mateo 26:6-13 que dice:
6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7 vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. 8 Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? 9 Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. 10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. 11 Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. 12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. 13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.
En un momento de la reunión, estando Jesús sentado una mujer creyente viene con un perfume de muy alto precio, un alabastro y lo vierte en la cabeza de él, como forma de honrar y veneración. Esto fue mal visto por los discípulos, pues tirar un perfume no era adecuado. Ellos, en su carne -pues todavía no estaban investidos por el Espíritu Santo- mencionaron que fue un desperdicio pues podría haberse vendido y dar ese dinero a los pobres.
Nunca vieron el trasfondo de la obra de amor de esta mujer y tampoco el plan de Dios de inspirarla para hacerlo, pues solo tenían acceso en ese momento a lo físico y terrenal.
El Señor Jesús, tras recibir ese consuelo celestial y ver el corazón de los asistentes, la defiende y además, profetiza y amonesta a los discípulos por su imprudente rapidez para juzgar y condenar.
Les pregunta la causa de que la molesten, la incordien de hacer esto. Menciona para consuelo de ella (que debió sentirse sorprendida y apenada) que justo hizo una buena obra hacía él en su persona. Pongamos en contexto esto, amados lectores, por un momento. En muy pocas ocasiones se registra que alguien sirve de manera personal a Cristo, le complazca y ayude así como esta mujer, usada para ungir su cuerpo de modo espiritual y simbólico. Entonces, él se siente muy agradecido con ella y la profetisa que junto con la palabra de salvación está la obra de ella, para su memoria. Ella partió, su nombre no importa, sino su testimonio de amor y ahora ella goza en el Paraíso.
Así busca nuestro Señor le sirvamos, le halaguemos y le honremos, que nuestras obras sean inspiradas por el Espíritu para que haya memoria de los hechos de los hijos de Dios. No juzguemos duramente la obra de amor de unos y no condenemos el quehacer de otros de los cuales desconocemos el propósito de Dios.
A los discípulos, no al mundo, dijo esto: “porque siempre tendreís a los pobres con vosotros, pero a mi no siempre me tendréis”. Es decir, el sería más adelante alzado y aquí, hasta el día de hoy, no faltan pobres que los ricos deben apoyar. Y esto en parte para enseñarnos a no ser acumulativos, sino desprendidos. Así como vieron mal que el alabastro fuese vertido sobre el Señor, ahora la Iglesia debe ver mal que hermanos ricos retengan la bendición a los hermanos pobres.
Tirar el alabastro sobre la cabeza de Jesús es ahora que los hermanos ricos trabajen y operen para que los genuinamente pobres de entre los hermanos no tengan necesidad, no estén en la miseria y abandono y que ese testimonio de amor quede en memoria de todos, así como de esta mujer. Esto también para quienes tengan la riqueza espiritual del conocimiento de tesoros espirituales de Cristo, no se abstengan de compartirla y la pregonen de modo que la grey la entienda asimile y aplique.
El Señor debía ser preparado y ante los ojos de los discípulos quedó constancia plena sobre cómo hay que actuar. Quedó pues ungido y todos con su lección a cuestas.
Es importante amados que no nos privemos de apoyarnos unos a otros, porque en cada uno de nosotros vive Cristo y se forma Cristo y si nos servimos mutuamente en unidad, no nos servimos a nosotros ni nosotros somos servidos, sino que el mismísimo Señor Jesucristo es complacido y halagado para consuelo nuestro y para honra suya.
No seamos duros, no seamos fríos, sino todo lo contrario.
Que el amor, la paz, la sabiduría y la gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos, amén.
Comentarios