Tras haber concluido los libros en orden (aunque empezamos en Lucas, habremos de terminar este pendiente) podemos arrojar varias conclusiones del por qué de la exhortación de leerlos libro por libro, capítulo por capítulo y versículo por versículo.
Dios es un Dios de orden y el motivo por el cual, Él decidió en acuerdo con el Señor Jesucristo y en acción con el Espíritu Santo los libros quedaron así hay que respetarlo, pues aunque fueron hombres quienes los escribieron, todos fueron inspirados por el Espíritu de Dios para tal efecto. O sea, no son autores humanos, sino instrumentos de gloria para dejarnos sabiduría espiritual sobre cómo agradar a Dios.
Comenzamos con la introducción a la palabra de Dios: los cuatro evangelios.
Estos cuatro libros revelan diferentes edades del pensamiento y doctrina del creyente conforme va avanzando.
En Mateo tenemos el principio de todo, el marco que une la promesa y profecía antigua de la venida del Mesías a la Tierra para que la gallina juntase los polluelos alrededor suyo. Aquí se ven las profecías cumplidas, el deseo de los antiguos de sumarse y cómo Dios amó a Israel que les proveyó su esperanza, más la desecharon.
Marcos es la practicidad del evangelio. En esencia, muestra el poder de un hijo o hija de Dios, así como el Señor Jesús mostró su poder, se espera que nosotros demos testimonio de Él. La doctrina es ejemplificadora.
Por su parte, Lucas nos muestra la vida de Cristo desde un punto de vista del hombre gentil. Siendo griego expone situaciones donde la doctrina es ensalzada sobre el propósito de recordarnos que Jesús murió para la remisión de nuestros pecados, nos quita el aspecto judaico y nos enfoca más a la fe libre de ataduras con el pasado.
Y en Juan, se da la excelencia de su ministerio. Privilegia el amor, la profundidad del conocimiento de Dios al haber enviado a Su Hijo para morir por nosotros. Establece que pronto vendrá el Consolador a formar parte de nuestra vida espiritual y nos dice que hay más después de su ascensión.
Hechos, es el manual técnico de todo creyente. En este libro se ve el verdadero mover de la iglesia, en cuanto al amor fraternal, testimonio, oración, fe, persecuciones y milagros de poder. Debería ser leído en todas las congregaciones constantemente para enseñanza y práctica. Este libro está por sobre todos los libros del pacto antiguo para agradar a Dios con obras espirituales.
Las cartas epistolares, en cambio, nos expresan en todos su autores la revelación progresiva por el Espíritu sobre qué hacer, a dónde ir y qué decir en los diferentes asuntos seculares, doctrinales y de testimonio. Pablo, Santiago, Pedro, Juan y Judas nos dejan mucho que hacer en el presente con miras de tener un futuro lleno de victoria cuando nuestro Señor Jesucristo venga. Leer en orden y con profundo fervor nos garantiza que vayamos de victoria en victoria si la obedecemos.
Hebreos es la carta confirmatoria a los hermanos nacidos bajo el sello de Israel en la cual los exhorta a que Jesucristo renueva todo. Lo que una vez se estableció por Moisés, se tiene que no hay otra forma de agradar ahora al Padre que creer y sellar en el corazón el evangelio de Jesucristo a los creyentes de esta nación.
El Apocalipsis, finalmente, es el libro de la profecía de nuestro Señor Jesucristo donde nos revela lo que ya fue y está en espera de suceder. Tiene un sello para evitar que el enemigo y mortales indecentes tuerzan la redacción del destino. Es nuestra alabanza de esperanza. Si hay que entonar cánticos, que sean los de Apocalipsis pues sabedores somos de que nuestra esperanza de gloria está más que firme.
Así pues, amados por esta razón es que debemos leer este libro santo de Jesucristo. Sin demeritar lo anterior, esto es lo que verdaderamente necesitamos para crecer y dar fruto a ciento por uno, ser lumbreras de Jesucristo en medio de las tinieblas y sacrificios de obediencia con olor fragante que honra a nuestro Dios.
Lean este conjunto de libros, amados y dejen de ser estudiantes de lo religioso, porque nuestro Dios no quiere filósofos teóricos, sino hijos prácticos.
Que el amor, la paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amén.
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