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El libro de las obras

Amados de Dios y Cristo, paz y salud a ustedes en su espíritu.

El siguiente libro es también muy importante conocerlo, porque el hombre incrédulo no solamente tuvo pensamientos ocultos que en la Tierra nunca vieron la luz; sin embargo, hay otros que trascendieron la mente y llegaron a la acción, obviamente ociosa para la Voluntad de Dios, pues estuvo encaminada a no creer en Cristo como el Hijo de Dios: Señor, Salvador y Maestro de los hombres. Es el de las obras.

Las obras son forzosamente actividades encaminadas por una fe, por un motivo, una razón y deseo de lograr un resultado expreso. Las obras de Dios están orientadas por una fe hacia Él con vistas de agradarle. Son hechas por el Espíritu Santo quien pone en nosotros el querer y el hacer y nuestra voluntad acepta gustosa realizarlas.

En cambio, las obras de la carne tienen como objetivo único agradarse a sí misma: buscar su voluntad hecha, su beneficio, ser su propio objeto de culto y adoración, así como acaparar totalmente el amor, cuidado, esmero y placer a sí misma. Este cúmulo de acciones se llama egolatría, que es una idolatría al “yo” en lugar de la natural adoración a Dios, el Creador.

Por supuesto, si Dios ha dispuesto que ahora se adore al Hijo como a Él mismo la carne menos lo hará, porque el pecado y la maldad le hacen pensar que tiene poder de cambiar las cosas. Este es el craso error condena a estas almas adúlteras: haber pervertido el amor innato hacia el Creador por un ente corruptible y perecedero como la carne.

Poniéndolo desde esta perspectiva, el flujo natural del amor debe ser del hombre a Dios y a Cristo después de que el Creador ha manifestado con hechos tal amor. La carne se interpone y desvía el cauce naciendo así el adulterio espiritual. Ponemos cierto marco espiritual escritural al respecto:

Primeramente, al haber rechazado la vida espiritual de Jesucristo, sus ordenamientos y sus bienaventuranzas entonces la ley antigua cae sobre ellos.


Deuteronomio 28:20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. Toda alma nace con la oportunidad de decidir quizás la única obra buena en sus manos: creer que Jesucristo es el Hijo de Dios. Quien lo rechaza, entonces no hay espacio más que para obras de maldad, no importa si son éticas, morales o bien vistas por el mundo, sociedad, religión o individuo. Dejar a Dios para hacer lo que la carne quiere tiene consecuencias mortales.


Jueces 2:19: Mas acontecía que al morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino. En este contexto, la carne y alma de los incrédulos, tras recibir misericordia, ayuda y piedad de parte de Dios para solventar en parte su miserable vida en la Tierra sin Cristo, empeoran negando tantas veces como sea posible la salvación, entregándose cada vez más a sus propios, caminos, placeres y concupiscencias.


1 Samuel 8:8: Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo. Así como Israel desechó a su Dios, y luego desechó a su Mesías, así el mundo ignora cada vez más el llamado del Padre. Por eso estos son condenados, porque obraron para alejarse de Dios para siempre en su propia voluntad. Un error no forzado.


Job 34:25: Por tanto, él hará notorias las obras de ellos, Cuando los trastorne en la noche, y sean quebrantados. Una alegoría del nacimiento y la segunda venida de Cristo, la noche. Como sus obras los tienen en tinieblas, su destrucción les caerá como la noche al despistado. No habrá más que quebranto eterno, por haber desperdiciado su tiempo en cosas vanas.


Salmos 14:1: Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. Este verso también retumbará en sus oídos en aquel día, porque actuaron como si no hubiera Dios, negando Su existencia. Fuera de Dios por medio del Señor Jesús no hay bien que exista.


Salmos 33:5: Él formó el corazón de todos ellos; Atento está a todas sus obras. La razón de ser de estos libros. Al estar atento, nuestro Dios y Padre toma registro de cada acción de las almas incrédulas, contumaces y rebeldes, pues cavan su tumba al conspirar contra el evangelio, contra la fe y contra sus escogidos y enviados.


Salmos 106:29: Provocaron la ira de Dios con sus obras, Y se desarrolló la mortandad entre ellos. Esta es la razón del Juicio al final de los tiempos. La ira es tanta por su maldad que ya es insoportable y hay que poner fin y remedio en aquel día.


Salmos 106:39: Se contaminaron así con sus obras, Y se prostituyeron con sus hechos. Lo que hablábamos del adulterio espiritual, torcer la verdad y desviar la natural recepción del amor del hombre hacia Dios hacia otros fetiches, ídolos o caminos, es lo que conduce a su condenación.


Eclesiastés 1:14: Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. El costo en la Tierra para toda alma alejada de nuestro Señor Jesucristo al decidir permanecer sin él. Fuera de Cristo no hay paz, reposo, vida y amor.


Eclesiastés 8:17: y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla. Todo esto es señal que tiene esperando para acusar a los torcedores de la verdad, a los falsos sabios, a los teólogos y religiosos y ateos. Al negar infructuosos con sus dichos y hechos la existencia de Dios y tenerlo como alguien que no existe, sabrán de Su existencia cuando les recuerde todas las veces que hicieron campaña para apagar la fe cuando estuvieron en la Tierra.


Isaías 3:11: ¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado. Isaías habla de los que aborrecen la piedad de Dios (Jesucristo revelado en carne, visto de los ángeles, creído entre los hombres y alzado a los cielos). Esta fechoría no quedará impune para siempre. El día vendrá cuando la sangre del Cordero caiga sobre sus cabezas al haber consentido fuese derramada y luego pisoteada por ellos.


Juan 3:19: Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. De nuevo, viene el Señor Jesucristo a revelar el origen de la condenación. Rechazar confesar su filiación como Hijo del Dios Altísimo es la causa primaria de condenación. Esta mala obra les será rebobinada para su memoria y se enmudezcan, como un profeta escribió contra estos perversos. Las demás serán atenuantes, pero con esta basta y sobra para que sean merecedores de ser lanzados al lago de fuego y azufre eterno.


Juan 3:20: Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Continúa nuestro amado Señor explicando y aquí muestra la verdadera razón del por qué prefieren condenarse y no venir a la luz. Aman hacer mal y no es su deseo ser reconvenidos de esto, aquí se destruye el dogma de que Dios es malo por dejar que la gente muera sin Cristo.


Juan 10:25: Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; esta es la razón por qué Jesucristo es la causa de condenación de estos seres perdidos eternamente. Al no creer que él vino en representación del Padre y en lugar de estos poner a otros impostores en lugar de Jesucristo.


Romanos 3:28: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. Aquí se resume la razón de ser del juicio. El haber negado la fe trae consigo sean condenados por la aplicación de la ley, pues la ley no puede ser cumplida por nadie, solo Jesucristo la cumplió. Entonces quien crea que puede cumplirla ya se condenó porque su fe es vana y sus obras estériles pues cree saltear y sabotear el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo.


Y falta mucho más, pero consideramos en el Espíritu que ya quedó más que claro cómo sin Cristo, sin la fe en él, sin seguirlo y obedecerlo a él es pérdida mortal de tiempo valioso queriendo hacer las cosas por vanidad, soberbia, maldad, moral o lo que sea. ¡Ay de aquellos quienes se auto engañan!

Que el amor, la paz y gracia del Señor Jesucristo estén en ustedes, amados, amén.

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