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El incensario encendido: ira de Dios

Benditos de Dios por gracia de creer en Cristo Jesús, Señor nuestro: que su paz, gracia, amor, sabiduría y ciencia sea en ustedes, a fin de que la revelación progresiva en el conocimiento de Dios se fortalezca con su fe, amor y paciencia en el ejercicio del evangelio, amén.

Hoy toca cubrir Apocalipsis 8:1-5 el cual tiene como contenido la apertura del séptimo sello. Con esto se inicia otra serie de sucesos con la emisión del sonido de trompetas, que en milicia da a lugar el inicio de hostilidades, aunque en este caso inaugura de manera formal el comienzo de los justos juicios sobre la humanidad pecadora, rebelde y renuente a reconocer a Dios como su Creador y a Jesucristo como soberano sobre toda Tierra. No demoro más y los invito a leer el pasaje, a continuación:

8:1 Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.

2 Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.

3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.

4 Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.

5 Y el Ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.

Podría decir de manera soberbia que he aquí un misterio de Dios, pero no lo haré porque es señal evidente a cualquier persona con sentido común que pueda observar un festejo, marcha o procesión de índole marcial. Cuando está por iniciarse, por protocolo se guarda silencio para escuchar sonido de orador, himno nacional, trompeta o disparo de salvas. Aquí no es la excepción. Todo se silencia: alabanzas, cánticos y loas. ¿Por qué? Porque justo a partir de este momento, el Dios de misericordia se aleja una sola vez para siempre en esta dimensión (a la cual le quedan pocos momentos más de vida) y ha de vestirse y ceñirse como Dios Justiciero y airado contra los infieles que osan confrontarlo. En este preciso momento el cáliz de ira no puede contener más y se derrama sobre la Tierra.

El Cordero abre el sello y esta mera acción provoca que gire todo el mecanismo de paciencia, misericordia y amor al de fuerza, poder y justicia divinos. Es en este instante que aparecen siete ángeles para recibir de Dios siete trompetas que darán inicio a siete juicios.

Un octavo ángel entra en escena y realiza la labor de escribano[1] , pues trae un incensario con incienso. Este incienso son las oraciones de los santos: los detenidos, expulsados y perseguidos hasta ser muertos cruelmente por no someterse al sistema mundano y diabólico. Son palabras que expresan terror, desesperanza,[2] fortaleza, fe, paciencia, miedo, sustento, fidelidad, amor eterno y gozo de ser muertos a causa de la justicia que ahora son pruebas inequívocas con las cuales Dios dicta como Juez justo sentencia de castigo en el mismo tenor contra la Tierra y sus moradores. “Mía es la venganza, yo pagaré” y “Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo” son versículos que apenas comenzarán a fulgurar en toda su extensión contra todo aquello que se opuso a la voluntad de Dios.

Esta es la causa con la cual el ángel lo lleva al altar de oro. El Altar de oro contiene el fuego consumidor de Dios que en combinación con el incienso de las oraciones genera una especie de reacción química que es la ira de Dios en forma de humo que asciende ante el trono. A Juan le es mostrado así para que comprenda el sentido espiritual del antiguo rito (siendo él antes judío solo sabía este lenguaje y contexto, pues de ser gentil le habría mostrado el Señor Jesús cuestiones relativas a su cultura).

Arrojar el incensario encendido y con humo significa que partir de ese momento la tierra hiede a dolor, angustia y sufrimiento de sus santos y cualquier plegaria elevada será sustituida por este olor. Al no haber más amor a Él ni profesión por Jesucristo entonces no hay más lazo que una al Creador que la Tierra. La venganza se manifiesta contra los moradores de la Tierra en forma de fuego consumidor con los juicios aún por venir.

Las voces son las de los afligidos que retumbarán de gozo; los truenos y relámpagos son manifestaciones de los cielos que claman a Dios y el terremoto es el clamor de la Tierra. La creación “sabe” lo que se avecina y tiembla de horror, pues Yo Soy y el Cordero hagan justicia por los suyos. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

La paz, grata y amor del Señor Jesucristo sea con todos ustedes amados lectores, sean sabios y entendidos que nuestra salvación es grande y redención está cerca, amén.

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