La paz, amor, gracia y sabiduría del Señor Jesucristo esté en ustedes amados hermanos. Esperemos que Cristo sea pleno en ustedes y de esta manera redarguyamos el tiempo trabajando en los asuntos que a nuestro Padre competen, obedeciendo con amor los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo y así aspirar a ser como él y dejarnos guiar por el Espíritu Santo para generar riqueza espiritual incorruptible, amén.
El tercer capítulo de la primera carta escrita por el apóstol Pedro -inspirado en el Espíritu Santo- a sus congéneres exiliados comprende en su primera parte una serie de recomendaciones e instrucciones sobre cómo una relación entre dos: varón y hembra, deben celebrar esta unión con acciones agradables a Dios, de renombre y buena opinión entre los hombres y que aseguran la unidad entre dos almas que se unen en una sola carne. Esto, además es uno de los pilares principales que sostienen al testimonio de Jesucristo ante los ojos de conversos e inconversos. Quienes practiquen esto sin dilación sepan esto: tendrán el testimonio del amor de Dios que siempre los tendrá como uno; serán dichosos y siempre victoriosos al ser uno para Cristo; tendrán la mejor bendición de poder criar hijos santos y creyentes que implique su dinastía de renombre continúe; nunca habrá temor al divorcio, adulterio, muerte o enfermedad.
El Espíritu le concede escribir más hacia las recomendaciones para las hermanas, al ser ellas el eslabón más elegido para atacar por el diablo, por la carne y el pecado. Sobra recordar que el creado es Adán y de él salió luego Eva. Así la iglesia: primero Cristo y luego la iglesia es formada por causa de Cristo (la pareja Adán-Eva espirituales). Por tanto, la hermana es extensión del hermano, pues el hermano tiene como cabeza a Cristo y la hermana como cabeza a su varón quien es hermano.
Por principio de cuentas: pide sujeción de la hermana a su cónyuge. ¿Por qué? Porque, así como Cristo se sujetó al Padre hasta la muerte, la iglesia está sujeta a Cristo por amor hacia su Salvador en lealtad piadosa, así la hermana debe sujetarse como si a Cristo mismo fuese. El Espíritu reconoce no todos los varones serían conversos en primera instancia, al ser la mujer más preocupada por atender a sus seres amados por el afecto natural propio de su género. Menciona Pedro las claves son las conductas casta y respetuosa. ¿Qué es casto y respetuoso? Casto es que sexualmente se guarde para complacer a su marido cuando éste tenga deseo de allegarse a ella, así su marido nunca se verá tentado en buscar fuera de casa y ella tampoco caerá seducida por extraños perversos. Recomienda el Espíritu Santo se entregue en amor -buscando el bien y la satisfacción de su varón-, en fe -sabiendo y creyendo que obedeciendo en lo secreto serán recompensados en público- y con la esperanza que será también complacida en tiempo, forma y cantidad que su alma desea. Por respetuoso es saber guardar en secrecía lo que en el interior del hogar sucede. En el mundo sucede que las mujeres se cuentan cuestiones de todo tipo, lo cual es incorrecto ante los ojos del Señor. Las hermanas deben platicar cuestiones concernientes a su experiencia como madres, esposas, y mujeres, pero no las cuestiones de intimidad. Hacer esto exhibe a sus esposos -descubrir su desnudez- y esto el diablo aprovecha para crear lazos donde las débiles caen, al permitir al malo entre en su recámara. Tampoco es adecuado exhibir los defectos, las cuestiones íntimas del marido o los secretos que él en confianza deposite en ella a la opinión de otras personas de modo expreso, pues atenta contra la unidad del matrimonio. Si alguna cosa debiera comunicarse debe ser con el permiso del esposo, independientemente si es creyente o no (cuestiones de salud, legales, psicológicas, sexuales por motivo de conciencia) a la persona adecuada (abogado o médico) encomendándose ante todo al Señor Jesucristo en fe. Muchos matrimonios caen porque la confianza se pierde, la intimidad se difumina, la unidad se destruye al no cumplir con este mandato no de hombre alguno, sino del mismo Espíritu Santo.
Luego, las hermanas deben ser muy cuidadosas en su apariencia física. Como el varón extraño busca presas fáciles y crédulas, si la hermana no cuida su atavío se expone a sí misma al peligro. Entonces ¿cómo debe vestirse ella? Según el código que su marido le proporcione. Agradar al marido en todo es vestirse y adornarse como él considere agradable a sus ojos. Si el marido es creyente, el Espíritu Santo dentro de él le mostrará qué decir y qué decidir y en amor conociendo a su esposa, pedirá lo que ella también quisiera en orden, pulcritud, decencia y testimonio de Cristo. No es tolerable la soberbia, la seducción, vanidad o pecaminosidad porque crea lazo a hermanos e inconversos.
En todo caso, si la hermana planea ataviarse en forma exuberante, que sea en los términos de un corazón afable y noble, amable y fiel, fehaciente en esperanza de agradar a Cristo obedeciendo a su marido. Todas las mujeres casadas descritas en la biblia eran prudentes y sujetas a su varón.
La promesa de toda mujer que se sujeta sin caer en el espíritu del mundo que llama a su rebelión -como en los tiempos de Vasti- tiene como promesas:
a) Agenciarse el alma de su esposo si éste no fuere creyente
b) Nunca temerán amenaza alguna
Sujetarse a su marido en todo, obedeciendo en todo, es parte del juicio de Dios sobre el género femenino al pecar desobedeciéndole e incitando al varón a pecar. Pero en Jesucristo este voto de vida es aminorado, pues la mujer que se proteja en su evangelio mantiene su casa unida, retiene a su varón, será feliz y dichosa madre, engendrará hijos y por cada hijo redime muchos pecados suyos y si, aun enviuda y es sola en su vejez, nunca será desamparada siendo poderosa arma de oración. El Padre ama a sus hijas espirituales y siempre verá por ellas: con o sin marido, con o sin hijos. Pero le demanda sujeción para eterna redención, además que, mediante la sujeción hace que el marido sea responsable de su alma, confiándole a este varón este preciado tesoro (el alma de esta creyente).
En cuanto al varón quien es creyente, debe procurar a su esposa en todo, así como ella se sujeta en todo a él. Si ella no es creyente, bien puede ganarse su alma con el testimonio del amor. A los varones requiere vivir con ellas sabiamente, mas ¿qué quiere decir con esto el Espíritu? Que las mujeres que son hermanas tienen anhelos, deseos, voluntades, peticiones, necesidades, sueños y proyectos. Pero al estar sujetas ellas, él debe decidir lo mejor para ambos, pudiendo ella ser su consejera, sin embargo, la decisión final es de él, no de ella. Por tanto, decidir mediante oración y encomendados al Espíritu Santo, la oración del varón con fe -acompañado del deseo amoroso de su esposa- no tendrá estorbo alguno. La sabiduría la da el Señor, por tanto, todo hombre en Cristo que se case tiene la encomienda de pedir antes de su unión la sabiduría para saber llevar en santidad, amor y seriedad la sujeción de su próxima esposa, puesto que su alma y voluntad le serán dadas y confiadas tanto por el padre en la tierra quien le engendró y el Padre celestial que los unirá, por no mencionar al Señor Jesús, Salvador de ella y si ella cae, él será responsable por ello. Entonces tener la responsabilidad de otra alma y tratarla como suya propia no es cosa a despreciarse. En el Señor Jesucristo, el amor de pareja no es como el mundo lo pone en series y películas, con fiestas estrafalarias y parafernalias ridículas de costumbres y votos hipócritas. Ya en otros blogs se ha descrito esto.
Además, dando honor a la mujer como vaso más frágil. Honor es nunca repudiarla, humillarla, denostarla, abusar de la ley del marido, maltratarla, pegarle, destruir su fe y amor por su casa y sus hijos, agobiarla o agotarla, sino por el contrario tratarla del mismo modo que el varón quiera ser tratado, viéndose a sí mismo y a Jesucristo reflejados en ella. “Ámate a ti mismo” es la lección que el Padre demanda al varón creyente para con su esposa. Regir la casa es ver por el bien de los miembros que en ella habitan antes que el propio, es no negarse a ella cuando pida ser atendida en lo íntimo, en la salud, en la conversación de dos, en el mutuo gozo de estar juntos y en la planeación de los asuntos internos de la casa. Obviamente tampoco el marido deberá exhibir la desnudez de su esposa ventilando ante otros la confidencia que ella le dé en confianza en ningún asunto, y si él tiene que comentar algo, en mutuo acuerdo rogar al Padre por medio del Señor Jesús por medio del Espíritu Santo encomendando esto, no habrá problema alguno. Recuerde hermano lector, la vida y salud espiritual de su esposa creyente está en sus manos. En cuanto al atavío, considere hermano la premisa anterior de humillarla. Como en usted está el querer y el hacer en su casa, considere qué es lo bueno delante del Señor. No pida cosa pecaminosa a su esposa, que la agravie y la exponga a varones extraños y malos. Cúbrala en solicitarle un atuendo que sea del agrado suyo y que no contraríe tampoco a su esposa: he aquí la sabiduría de lo Alto. Que sea su cabeza no quiere decir sea su látigo inquisidor, sino que, así como usted mueve sus dedos y piernas, así usted sepa mover a su esposa de acuerdo al testimonio de Jesucristo, para buen nombre y ambos alcancen promesa.
Una promesa que usted amado hermano, tendrá si bien hiciere, es que jamás ninguna oración que eleve al Padre o al Señor Jesús tendrán estorbo, pues una esposa insatisfecha provoca un corto circuito en su relación íntima con Dios. Poniéndolo en perspectiva de analogía, si usted está enfermo de una diarrea y cólico intestinal intensos y constantes ¿podrá ser exitoso y atender todo asunto al cien? Así todo varón que no sepa tener a su esposa en sujeción, ni a sus hijos bajo su mando con autoridad espiritual. Tan sencillo es, tan importante es, tan difícil es. ¿Por qué tan difícil? Por la falta de fe, amor y obediencia en este asunto tan importante. El apóstol Pedro nos revela en esta escritura lo importante que es ser cónyuges, tanto en poder, como en testimonio y, además, renunciación por amor a nuestro Señor Jesucristo. El Espíritu Santo es sabio y como nos conoce hasta en lo más recóndito de nuestra conciencia, entregados a Cristo esto es pan comido, pues a la hermana le permitirá cumplir sin problema alguno con la ley del marido; y al marido por unción del Espíritu le será sencillo imponer una ley fácil de sobrellevar y siempre estará atento y servicial a su mujer.
Dejo a su consideración lo hallado en 1ª Pedro 3: 1-7.
La paz, gracia, amor, fe y fortaleza del Señor Jesucristo, sea en todos ustedes amados hermanos, para sean ilustrados en esta etapa y ansío con todo el corazón su matrimonio para los casados esté en el mejor nivel espiritual, amén.
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. 7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
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