Editorial 572 - El Señor nos sigue bendiciendo

Amados hermanos nuestros, que la paz, gracia y amor del Señor Jesucristo sea con ustedes, en su espíritu, amén.

Bendiciones de lo Alto sean a todos ustedes amados hermanos, nos congratula al extremo decir que en estos días conforme al cánon temporal de los hombres tenemos un aniversario más de servir al Dios Vivo Quien es nuestro Padre por la gracia salvadora de nuestro Señor Jesucristo.

Han sido muchos años en los que desde que mostró a esta manada pequeña el Señor por medio de Su Espíritu ha puesto palabra y voluntad para que seamos sus humildes servidores en este ministerio. Desde que empezamos, hemos podido constatar cómo Su Misericordia nunca cesa. Su revelación no se termina y nuestro fervor continúa vigente. Sin que desde antes de la fundación del mundo no nos hubiera puesto en este camino, no lo hubiéramos hecho.

Y es que el Dios de las obras concedió fuésemos útiles en algo para la propagación de la sana doctrina, nuestro único objetivo. Que las palabras de nuestro Salvador y Maestro Jesucristo sigan resonando a casi 2,000 años de que fuesen promulgadas para consuelo, restauración y salvación de quienes creemos en Él.

Toda honra, gloria, poder, majestad y alabanza sean para ÉL, porque también somos sujetos a pruebas, a necesidad, necesitamos de oración, ruego y súplica, en nuestra humilde forma de vida el Señor enriquezca a muchos y en nuestro anonimato sea Él Conocido por todos en esta generación y las que alcancen a leer estos contenidos de amor.

De gracia damos lo que de gracia nos fue dado. Trabajamos para que nuestro Padre sea anunciado y nuestro Obispo Jesucristo, invocado como el Hijo de Dios quien resucitó de entre los muertos al tercer día.

De norte a sur, de este a oeste, de costa a montaña, del valle a las cumbres de día y de noche, en donde se hable el castellano, estas palabras sean llevadas para dar cumplimiento al mandamiento de nuestro Cristo Jesús, Señor nuestro; que fuese predicado en todas naciones hasta que nadie pueda decir: “a mi no me dijeron”.

Agradecemos así mismo al Padre en el nombre del Señor Jesús por la vida, la salud de quienes nos leen y nos ayudan a anunciar las buenas nuevas por fe. Nunca hemos visto nuestros rostros y sin embargo, en Cristo esto no es problema ni limitación porque el Espíritu como fuego nos llena de energía y poder para predicar, anunciar, leer, comprender y poner en práctica los mandamientos de Cristo, tan útiles en la búsqueda de ser perfectos para Dios. Oremos los unos por los otros para que esta obra siga vigente y hasta que el Señor nos conceda serle útiles, tengamos todo lo que necesitamos para realizar esta labor.

Los amamos y nos gozamos juntamente. ¡Abba Padre! ¡Gracias Señor Jesús!

Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo sobreabunde en su espíritu, amén.