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Editorial 566 - La mujer

Foto del escritor: Cuerpo EditorialCuerpo Editorial

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

 Amados hermanos y lectores, el día de hoy se verá un tema que el mundo en su necesidad de perder el tiempo, tergiversa, inventa y elucubra soluciones raras y extensas sobre la vida. En este mes y este día se le da una adoración en forma de conmemoración a la mujer. La varona, la que engendra y la ayuda idónea del varón. La base de todo hogar, el consejo íntimo, la compañera de vida. Hoy se le celebra al mundo como siempre lo hace, de manera hipócrita, alejada de Dios y en contraposición a lo que el Espíritu revela sobre lo que hay que hacer y decir en el nuevo pacto.

La mujer es un instrumento de gracia, gloria y honra creado por Dios para Su deleite en ella, no sólo del varón. Dios se regocija con las mujeres porque son ellas causa de alegría, la compañía hecha carne, ella por esencia aleja la soledad de todo varón. Ellas son a quienes Dios encomendó la notable tarea de gestar y procrear hijos suyos, ella misma los pone en el camino de nuestro Señor Jesucristo desde la cuna y los instruye a ser sabios para la salvación.

La mujer de Cristo es reina, embajadora de la paz y sacerdotisa. Reina por cuanto, al igual que el varón tiene el poder de atar y desatar con fe sobre lo que le afecte a ella, a su familia, entorno y trabajo. Embajadora de la paz porque su naturaleza femenina le da un toque especial al de los varones. Sacerdotisa porque su oración con fe tiene gran valía, en todo tiempo el clamor de la mujer creyente enfocada en el nuevo pacto no es ignorada, sino ciertamente escuchada.

La mujer en Cristo que sigue las ordenanzas dispuestas en el nuevo pacto con amor, convencida de su eficacia y en santidad, llega a ser anciana, ser de gran respeto y poder de comunión con el Padre en esta etapa de su vida.

Además, es premiada con longevidad, lo que permite sea ahora maestra de bien a las jóvenes en su quehacer testimonial. El Señor Jesús las cubre a las hermanas como si fueran sus madres y sus hermanas, con mucho celo de que hombres perversos y el enemigo les hagan daño.

La mujer moderna busca ser empoderada, visibilizada e independiente; la mujer en Cristo desde hace 2,000 años fue reconciliada y ahora tiene funciones importantes dentro de su iglesia, sujeta a leyes espirituales que la llevarán a una perfección espiritual. Incluso, la virtuosidad es más vistosa en las mujeres que confiesan el santo nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Las mujeres en Cristo que aman y esperan la venida del Señor son torres fuertes no manipulables de maniqueísmos, doctrinas demoníacas que buscan que el espíritu de Vasti las engañe, la esencia malvada de Jezabel las corrompa y la bajeza de la ramera religiosa las empantane.

La mujer en Cristo es poderosa en la oración, es maestra del bien, es fuente viva de amor y además faro de esperanza. Glorificado es el Padre en el nombre del Señor Jesucristo porque es Sabio y sin el rol de la mujer, el varón estaría solo, incompleto, desbalanceado.

Otra ventaja es que la mujer cimentada en Jesucristo no necesita un día para ser oída o tomada en cuenta porque nuestro Dios y Padre las atiende 24/7. Esta garantía está y solo falta que usted, amable lectora aun no creyente, lo considere.

El mundo la puede engañar, la puede seducir a creer cosas que no son voluntad de Dios y por tanto, la alejan de Su Amor. Tanto el varón como la mujer requieren del poder del Espíritu Santo para agradar a Dios y la mujer tiene su espacio en la fe. Leyendo el nuevo pacto se verán las obligaciones y menesteres, se aprenderá a obedecer los mandamientos de Cristo en cuanto a testimonio y obra por amor a su nombre y la victoria para quienes sean constantes en esto.

No lo desaproveche, sino que con toda confianza confiese de labios y de todo corazón Jesucristo es el Hijo de Dios y resucitó de entre los muertos al tercer día.

Deje que el mundo se vuelva loco en sus abominaciones: venga y gócese en la gracia salvadora del Señor Jesucristo, nuestro Maestro, Obispo y Salvador.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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