Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Amados hermanos, aprender de la palabra de Dios y de Cristo es un ejercicio formal de acción de escucha. En innumerables citas nuestro Dios a través del Espíritu nos pide total atención, voluntad y ánimo de oír. De los cinco sentidos el oído es lo que el Padre elogia más porque es el principio de la sabiduría. El oído es la ruta más corta hacia la mente y el corazón, no solo en distancia sino en calidad de percepción.
Ser escuchas activos es dejar de hacer lo que hacemos y estar en posición pacífica y relajada, no somnolienta.
También en poner todo nuestro corazón, nuestra alma, mente y energía en captar todas y cada una de las letras y palabras dadas a nosotros. Permitir que todo entre y sea analizado, meditado, asimilado y comprendido.
Después habrá tiempo para poner en práctica lo aprendido. Antes de la acción está la escucha activa, no pasiva.
Es algo obvio, sí, mas no sencillo. Dejar de pensar para dar espacio a la sinapsis receptiva es complicado porque la mente siempre quiere su preeminencia, el mundo con sus afanes y el enemigo con sus distractores mellan esta noble, pero poderosa obra de oír.
De entre todas las obras espirituales, esta es la que más nobleza, amor y fe reviste.
Así que demos oportunidad al Padre de escucharle para entender y seguir Su indicación: a él oíd.
También a nuestro Señor Jesús cuando declara: yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí y todo lo que conlleva su hermoso evangelio.
Por consecuencia, también al Espíritu Santo con su voz no audible nos lleva a decir, a andar y hacer lo que conviene a los propósitos espirituales de Dios.
Pecado no pequeño es cerrar los oídos a la palabra, al consejo, al mandamiento.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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