Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Amados hermanos. El día de hoy vivimos en una sociedad auto engañada y perversa, soberbia e ignorante tras la cual busca emular ser Dios en cuanto a la definición de lo bueno y lo malo, creando corrientes ideológicas para justificar abyecciones bajo un manto de moralidad, justicia, equidad e igualdad.
Los famosos derechos humanos, sí, esas consideraciones de hombres enloquecidos y ensimismados quienes a través de los tiempos a partir de la Reforma trataron de crear reglas y normas para que el ser humano comprendiese que hay “limitantes” en su conducta.
Las leyes morales que tratan de decir lo que son “democracia”, “derecho”, dignidad”, “obligación”, “libertad”, etc. y cómo deben interpretarse y acatarse crean esta falsa ciencia social que en realidad es otra religión más cuyo ente que se adora es “el derecho humano”.
Pero al respecto, existen sendos versículos en la escritura que en pocas palabras y a la luz del Espíritu destruyen esta ya no tan sutil forma de someter a millones en esta conducta moral:
Miqueas 6:8: Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicias, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Romanos 9:20: Mas antes, oh hombre ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: por qué me has hecho así?
Romanos 2:1: Por lo cual eres inexcusable, oh hombre quien quiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces también lo mismo.
1ª Timoteo 6:11: Mas tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre.
Entre muchos otros más,
Pero estos cuatro se han elegido, porque describen a la perfección la soberbia y la ceguera sobre la cual fundan sus nuevos principios de conductas “buenas, “morales”, “humanas”, “éticas”, “justas”, “equitativas”, “dignas” y “democráticas” cuyas mentes retorcidas juegan a ser Dios.
No hay mejor “derecho humano” que reconocer a Jesucristo como el Hijo de DIOS y que resucitó de entre los muertos. Tras esta declaratoria de verdad, se abre todo un compendio inescrutable de maneras de vivir en orden, justicia, respeto y paz entre los hombres, que no sean mandamientos de hombres falaces que destruyen la armonía que Dios instituyó desde los principios del hombre en términos como la familia, la comunidad, la sociedad, el gobierno, la administración, el comercio, la riqueza, las libertades inherentes, la paz, la justicia, la convivencia, el respeto, etcétera.
Pero no, hombres necios que se autonombran “expertos” traen ideas locas disfrazadas de democracia, inclusión, tolerancia y respeto para terminar confrontando a las diferentes sociedades, privilegiando unas por sobre otras, desdeñando lo natural por lo antinatural, revolviendo imposiciones con necesidades. Y esto no es de ahora, sino desde hace tiempo cuando se creó el término “laicidad” (un falso intento de alejar a la religión en torno a Cristo, pero no en el evangelio, de la educación, la ciencia, la política y la tecnología, pero que en realidad es negar la supremacía de Dios en todo asunto) y el ateísmo que se propone como “punto neutro” de discusión.
La misma escritura describe qué tipos de conductas agradan a Dios aun cuando no se crea en Jesucristo y quien tenga un ápice de cordura y los lleve a cabo tan solo por sentido común y bondad, halla gracia ante Su Majestad el Gran Dios Vivo y termina siendo llevado a la Verdad.
El amor es el mejor modo de comunicar diferencias y afrontar desigualdades.
La fe es el mejor recurso de apelación para hallar soluciones a las controversias.
La oración y el ruego son los mejores métodos de hallar consejo al Altísimo sobre qué hacer, a dónde ir y qué decir en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
La esperanza es el idioma sobre el cual se perdona y se dejan de lado la confrontación y el reparto de insultos.
Pero ser cabezas huecas y aceptar de facto lo que desconocidos inyectan a los medios como estrategias; abyectos impongan como recursos o caminos; y perversos malvados pregonen como lo último en filosofía y ciencia de la convivencia es lo que no puede darse el lujo, sobre todos quienes creemos en la Verdad y en el Verdadero.
Guardar la paz y dejar ser no significan aceptación: es ser prudentes; en todo caso, orar para descifrar la respuesta, actitud y postura adecuadas a cada contexto es el deber ser entre nosotros. No venimos a debatir o a hacer importante a gente funesta y extraviada llena de resquemor, sino a que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea proclamado, creído y confesado.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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