Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Vemos que a lo largo del año en cada país del mundo se celebran sus propias efemérides con tal de celebrar y festejar diferentes creencias, idiosincrasias y costumbres diversas que exaltan la historia que los ancestros que dieron lugar a esa nación de la cual se trate.
En cada celebración se busca la reflexión, la cohesión entre connacionales para forjar la unión, la camaradería, el sentido de Patria y Nación, la fiesta y la alegría, y un orgullo de pertenencia a una sociedad llamada ciudadanía política, legal, moral y comunitaria.
En mayor o menor medida se hacen, sin embargo, ya no es suficiente. La globalización deshumaniza a los seres de la Tierra en busca de otro tipo de intereses como el poder económico, militar, comercial, religioso y mediático. Es decir, dejar de amar a muchos para amar a solo unos pocos, o solo a uno mismo.
¿Y a Dios?
Es necesario que el amor se enfríe para que pierda el hombre todo afecto natural y rompa todo lazo con Dios, condicionante para que el Apocalipsis siga su curso y que el Señor Jesús de una vez por todas restaure todas las cosas echadas a perder por la acción soberbia de Lucifer de encontrarse en él maldad por primera vez.
Por eso nosotros somos heraldos de Jesucristo, el Hijo de Dios.
El hombre ya no detecta la gracia primera del hálito de vida, no aprecia la salud ni la misericordia, no reconoce la paciencia y por tanto ya no son capaces de dar ni recibir amor. NO se aman a sí mismos ¿cómo amar a quien no pueden ver porque es espíritu? Por eso hay violencia y sangre corriendo por todos lados. Todos quieren ser su propio dios. Todos estos incrédulos, millones, piensan que son el génesis de todo y por tanto, debe rendírseles admiración, pleitesía, respeto, prioridad y total atención, justo la obra del diablo.
La Humanidad ya no se sabe creada, sino se sueña creadora. ¿De qué? Sino de odio, maldad, arrogancia, falta de fe y manipuladora.
Por eso nosotros quienes creemos en que Jesucristo es el Hijo de Dios y Dios le levantó de los muertos al tercer día (por gracia concedida desde antes de la fundación del mundo), somos los heraldos de la Deidad, pues predicamos ese amor que une a la iglesia, se divide del mundo, se santifica al no ser parte de las obras ominosas de los infieles espirituales, se prepara para recibir a nuestro Redentor trabajando como si no hubiera mañana esperanzada en el gozo, la retribución eterna de estar para siempre unidos al Dios Vivo y Su Cordero Inmolado ahora Rey coronado.
Con amor pagamos la oración, el perdón, la renunciación, la fe, la esperanza, la obra y el mensaje a quienes somos enviados. Si en el mundo no hay amor es porque han renunciado a recibirlo de parte de Dios. Y mientras existan fervientes creyentes entre ellos, hay tiempo. Roguemos pues, que sigamos estando aquí para alcanzar a todos los que están ordenados… y si se pueden arrebatar extras ¡Glorificado sea el nombre de nuestro Padre! ¡Gracias Señor Jesús, por tu poder salvador!
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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