Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
Últimamente hemos visto guerras y amenazas de guerra en ciertas regiones en conflicto, también tumultos políticos en otras naciones debido a resultados de votaciones, además del aumento de crimen e inseguridad en otras latitudes y escaramuzas y agresiones entre naciones por diferentes diferendos.
Por si fuera poco, diversos meteoros climáticos avasallan otras partes del globo terráqueo. A este paso podría preguntarse ¿A dónde ir o en dónde estar para alejarse de estos actos que alarman multitudes?
La respuesta es simple: ir al encuentro con Cristo en nuestro corazón y permanecer en él como la mejor guarida de todos estos eventos. Amados hermanos, si bien es cierto que para nada son agradables y nos conduele que sufran nuestros paisanos y prójimos, también lo es que la maldad aumenta y cuando se colme la copa de la ira de Dios, entonces, vendrá nuestro Señor Jesucristo a imponer orden y restaurar todas las cosas.
Quienes mueren pues es en parte impericia, juicio en otras ocasiones y maldad en otras. No puede Dios evitarlas en el sentido que el mismo hombre es libre de ser, estar y decidir y por tanto, el Padre válida tales decisiones.
Que en nuestra región haya mucho aumento de algo funesto significa que la maldad aumenta, la gracia y misericordia, el amor y la fe disminuyen y el juicio se activa. No solamente (o no necesariamente) por la Iglesia -en su función como atalaya- en esa región sino los que nacieron bajo el sello de ser criaturas de deshonra también añaden ascuas sobre su cabeza.
Cuando un país, región o continente es asediado por tragedias es porque no tienen buen testimonio delante de Dios. Recordemos que Dios es celoso y si el hombre en esas regiones no aprende a distinguir y llorando se pregunta “¿qué hicimos mal?” Es porque su mente está autoengañándose, sus ojos ven lo que quieren ver y no lo que deben ver y su corazón añora muchas cosas menos la palabra de Dios a través de nuestro Señor Jesucristo.
Ya se había comentado antes al respecto de esto.
Es decir, atienden sus negocios, placeres y planes y no miran las cosas del cielo.
Por tanto, debemos ser prudentes y gozarnos en la protección de Dios y la rogativa de que la palabra no tenga estorbo y atar la maldad para que no se expanda tan rápido y quienes hallen la gracia de ser salvos, lo encuentren.
El hombre es digno merecedor de estas cosas si cierra su corazón y peca, negando el nombre del Señor Jesucristo para creerlo como Señor, Salvador y Maestro. Aquella región que no considere su testimonio y da rienda suelta a la rebeldía y afrenta al nombre del Señor, recibirá castigo.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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