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Editorial 542 - ¿Cuál es la nación de Dios?

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Es un debate muy acalorado entre muchas personas sobre decidir si en la actualidad tiene Dios una nación o pueblo en la Tierra.

Dado que en la escritura se menciona sobre la etnia y raza judía como base para determinar un pueblo terrenal que sea de Dios o que este tenga una relación con él, podría fácilmente decirse que cierta nación asentada sobre el territorio que alguna vez sintió los pasos del Maestro andando por aquellas veredas semidesérticas es tal pueblo o nación.

Sin embargo, más que la genealogía y la reproducción biológica de especies descendientes, es la obra, el amor, el sacrificio, renunciación lo que hace que no solo una etnia, sino de todas las presentes esté tal pueblo o nación que guarda el testimonio de Dios, al confesar a Su Hijo, el Mesías.

De manera que, la nación o pueblo de Dios es aquella cuya ciudadanía o poblador quien, sin importar su raza, tiempo o género, cree que Jesucristo es el Hijo de Dios y resucitó por el poder de Dios de entre los muertos al tercer día. Este es el ADN de este pueblo, que nos une a todos en la familiaridad espiritual con nuestro Padre, el Gran Yo Soy. No importa nuestra figura, origen, época, estatus o complexión, siempre y cuando confesemos estos somos parte de los hijos de Dios esparcidos por todo el orbe.

Nuestra identificación y pasaporte es que somos bautizados en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro y nuestra tradición es celebrar su santa cena hasta que él venga en los términos dispuestos según el nuevo pacto. Como no negamos su nombre, hablamos el mismo lenguaje nacional: la esperanza viva de salvar a todo aquel que crea en Cristo como el único mediador entre Dios y los hombres.

El reino de nuestro Señor Jesucristo no es de este mundo y hasta que él no venga nuevamente a restaurar todas las cosas, no importa qué soberanía ocupe aquellos contornos de medio oriente: él vendrá y la hará suya, conquistará, tomará posesión de su viña, ahora secuestrada por malos edificadores y ahora sí, será el Rey de Israel.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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