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Editorial 538 - Carta a la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo establecida en la República Bolivariana de Venezuela 

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Amados hermanos en Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro, hemos decidido escribirles a ustedes ahora que el tumulto en su país ha pasado. El mundo se convulsiona cada vez más por muchos aspectos y porque es necesario para cumplir la profecía grande: que el Señor Jesús vendrá para restaurar todas las cosas y con un solo golpe certero de poder, llegue el orden y el juicio a toda la creación y así todo sea nacido de nuevo ahora bajo soberanía del Hijo Todopoderoso quien es nuestro Señor.

Pero mientras ese día llegue, nosotros como heraldos de la Verdad, constituidos así por la gracia de Aquél quien nos creó y envío a este mundo y Aquél quien murió en un madero colgado injustamente para que a través de eso quedáramos redimidos y coherederos de la vida y eternidad, también lo somos en los deberes de cuidar los intereses del Reino, como lo dejó enseñado nuestro Señor Jesús.

Así que hermanos, ya calmadas las aguas, sigan tomando el orden y reino espiritual que ninguna autoridad en la carne nos puede quitar. Sus elecciones pasaron y nuestro Padre tomó una decisión que la hermandad venezolana debe acatar. Hay que orar por las autoridades y, así como lo hemos pedido a todas las iglesias a las cuales hemos escrito por amor al Santo nombre del Señor, también a ustedes les toca recibir este mensaje de amonestación y amor.

Amados, esta labor de rogar por todos los asuntos nacionales es irrenunciable, porque para esto nacimos, para esto fuimos creados: cuidar los intereses del reino, esto es: que la palabra de nuestro Señor Jesucristo se expanda como lluvia tardía sobre la comarca sedienta; que haya libertad de reunión y confesar a todos que Jesucristo es el Hijo de Dios sin persecución o penalizaciones; que todos los creyentes den buen testimonio de mostrar contentamiento mediante un humilde y honrado modo de vivir; orar por toda carne viva y consciente que tenga la oportunidad de oír el mensaje de salvación; atender a los hermanos en ministerio y atar y desatar, entre muchas otras cosas más.

Hora es que se reenfoquen en no olvidar pedir por los pobres, las viudas, los huérfanos, los extranjeros inmigrantes, y sobre todo, los que buscan a Dios sean todos atendidos conforme al Espíritu Santo en ustedes les muestre y revele.

Agradezcan al Padre en el nombre del Señor Jesucristo tienen otra oportunidad más de seguir trabajando alegres en la obra de salvación y testimonio, renunciación y santificación, oración y obediencia, poder y prudencia, etcétera.

Aprendamos a vivir en Cristo dejando lo material como añadidura y considerando lo espiritual como tesoro nacional.

Cristo viene y viene pronto. Cada día que pasa es uno menos que falta y por eso debemos tener la disciplina de lo Alto para ser hallados trabajando en lo que conviene y no en lo nos adormece.

Aprovechen este tiempo que el Padre les ha dispuesto para que la autoridad puesta por Dios no caiga presa de espíritus de traición, soberbia, olvido, desatención o algún espíritu extraño que no glorifica al Dios Vivo y a nuestro Señor Jesucristo, estamos ciertos que lo harán y oramos por ustedes en el amor fraterno que nos une, aunque haya fronteras que nos separan. ¡Gócense y alégrense! Trabajando fiel e incansablemente para el Señor Jesús nos reditúa grandemente en gracia y misericordia.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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