Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.
En días pasados el hermano que escribe estuvo leyendo unas porciones del antiguo testamento, específicamente el llamamiento de Eliseo, la partida de Elías y la historia de Acab, Jezabel y Ocozías. Estos pasajes suelen ser muy interesantes para la literatura cristiana (poner atención: se ha escrito “literatura cristiana” y no edificación del cuerpo de Cristo).
Estos pasajes tienen sentido histórico y algún mensaje para los nacidos en aquellas latitudes, sin embargo, para quienes tenemos otro llamamiento al nacer, es un libro que relata sucesos anteriores a nuestra época.
De hecho, lo poco que pueda obtenerse de sabiduría espiritual es precisamente el hecho de que nada hay nuevo debajo del sol y, por tanto, desde esa perspectiva tiene más sentido analizar lo más actual que lo más antiguo.
Básicamente la historia de los reyes sus crónicas, se resume como sigue: quienes no sirvieron a Jehová llenaron la medida de ira del Dios Vivo y fueron destituidos de su cargo y herencia con los hijos de Dios. Quienes sí procuraron su encargo: obedecer y servir a Dios, tuvieron el derecho de estar en el seno de Abraham y esperar el santo día del Señor cuando Jesús bajó y se presentó por el Cordero inmolado, cumpliendo la promesa y la profecía hecha a ellos, piadosos servidores del Altísimo y les dio la prerrogativa de ser hechos hijos de Dios y no más siervos.
Las obras de la carne para nada sirven, solo son el relato de la necia actitud del hombre para querer manipular a Dios entre los perversos y el sacrificio de obediencia para quienes en su tiempo guardaron su pacto.
Ahora en Jesucristo no hay que tener cargo, puesto u juramentación previos, tan sólo la libre expresión con el corazón, mente concentrada, los sentidos puestos y el sonido de voz audible con la palabra que da vida: -Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios- y somos coronados reyes, hechos sacerdotes y constituidos embajadores al servicio de nuestro Señor Jesucristo.
Aquellos siervos profetas tuvieron a su encargo el llevar el cayado con el que golpeaban las patas del rebaño de estas ovejas sin pastor por su incesante manía de querer amar al mundo que se opone a Dios y no a Dios. Las profecías eran mensajes de advertencia, castigo y proclamación de consecuencias. Ahora los profetas señalan hechos prodigiosos con impacto en la iglesia sobre lo que ha de venir cuando nuestro Señor Jesús, al igual con aquellos siervos de Jehová ahora venga por nosotros y siendo ya hijos seamos llenos de gloria, parte y suerte con el Rey de Reyes y Señor de Señores en su cielo nuevo y tierra nueva. Nosotros tenemos esperanza en lo porvenir y lo pasado antes de Cristo es historia que no se invalida, pero tampoco edifica como el evangelio de nuestro Maestro, Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios. Amén.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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