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Editorial 530 - ¡Manda la lluvia, Señor!

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

La naturaleza tiene fenómenos que marcan la vida de las criaturas con hálito de vida. Las estaciones del año, los ciclos de elementos químicos, las variaciones de temperatura son fenómenos importantes. Pero el ciclo de lluvia es una promesa de vida del Señor, Él determinó que la Tierra tendría sed y Él la saciaría, de modo análogo a como Cristo es el agua viva que sacia el alma de la Humanidad.

Cuando la lluvia falta, la Creación sufre. Se constriñe el ánimo y el espíritu se agobia. La sequía quema toda esperanza y la fatiga agota la animosidad. Así en el ambiente, así en el alma. La Humanidad sufre con la ausencia de Cristo en su vida y buscan por todos los medios de invocar la lluvia en la resequedad de su existencia. No hay verdor, no hay fulgor y no hay gozo completo.

Si acaso chispazos delirantes de felicidad tras seguir actitudes pecaminosas y mundanas, pero no más. Eso no llena ni satisface, tan solo autoengaña y atonta.

¡Manda la lluvia Señor!

A quienes mueren de sed por Ti. A quienes buscan al Señor Jesucristo. Envíales el agua viva que regala vida en abundancia y nunca termina. Esa lluvia a los hombres para que Te glorifiquen. ¡Ten piedad, oh Padre! Así como el ciervo clama por agua y toda la Creación durante la estación seca y en la sequía, así envía tu auxilio espiritual a estos damnificados que ningún instituto, gobierno o religión puede ayudar. Reverdece el ánimo de quienes te invocan y que adoran a Tu Enviado: nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡Gracias por enviarnos la lluvia que moja y se seca al flagelado noreste mexicano! Ahora, por favor, Padre sin dejar de hacer eso envía poderosos mensajeros tuyos que sacien la sed espiritual de nuestra región. Sabemos que obras por amor y misericordia y así como nos has consolado con esto envíanos del gozo cumplido de ver a más ser salvos. En el nombre del Señor Jesús, solicitamos esto por amor, amado Padre, AMÉN.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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