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Editorial 529 - La escuela, ¿bíblica?

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Habíamos hablado anteriormente sobre la discrepancia de lo que se estila en las escuelitas dominicales o bíblicas para niños, donde se divide y segmenta a la iglesia en grupos humanos por la conveniencia. Comentamos a la luz de la revelación por el Espíritu Santo que la instrucción de los primeros rudimentos corre a cargo exclusivamente por los padres.

Bien, ahora es necesario tocar otro pilar discrecional y ajeno a la vida de la verdadera iglesia de Cristo: los institutos bíblicos de formación “cristiana” pastoral.

Lamentablemente no hemos hallado algún símil en la iglesia primitiva, que es nuestra base de recopilación de hechos para imitar. Nuestro Señor Jesucristo no requiere un instituto creado por hombres para formación de entes teológicos con credenciales no inspiradas por el Espíritu Santo.

Lo que se lee en el nuevo pacto es la oración e imposición de manos sobre varones hallados bajo la gracia del Espíritu. No olvidemos que quien da los ministerios es el propio Señor Jesucristo y él no necesita ayuda humana o institucional. Lo que se ve como credencial de dignidad en el servicio es quien sirve a todos, les lava los pies y sirve las mesas, atiende enfermos y es solícito en la oración, humilde y fervoroso renunciado al mundo.

Con tristeza vemos que desde niños se nos forma a ser mundanos, y siguiendo con esto, si quiero ser pastor, evangelista o apóstol tengo que estudiar en estos centros de teología dictados por hombres. El símil que veo es con la sinagoga judía, de la cual Jesús se apartó siendo él la fuente de toda sabiduría. Sus discípulos, formados por él mediante el oír con fe de su mensaje.

Amados, procuremos irnos por la libre en nuestra formación espiritual, confiemos en lo verdadero: que nuestro Señor Jesús nos comisionará al tiempo a ser parte activa de su iglesia, que el Espíritu Santo nos dará dones y frutos y con esto sabremos nuestro derrotero en esta tierra y solo con imposición de manos por algún varón de Dios o profecía expresa seamos consagrados como colaboradores de Dios para salir al mundo inconverso. Esto es de fe, no por obras humanas.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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