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Editorial 528 - Guárdanos de todo mal 

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

La anterior frase constituye una promesa reservada para quienes genuinamente reconocen el poderío y señorío del Padre, Dios Creador del cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay. Muchos dan por sentado que se brinda en automático a todos y no hay, por tanto, necesidad de pedir por esta porque “Dios es bueno y Él no quiere que nada malo nos pase porque todos somos hijos de Dios”. La anterior aseveración es falsa porque los hijos espirituales son aquellos quienes previamente confesaron a Jesucristo como el Hijo de Dios y creen y le obedecen.

El mal es una dimensión espiritual de estar opuestos y alejados de Dios, en donde Su amor, misericordia y protección no hay y en virtud de lo cual se está a expensas de peligros y manipulaciones del adversario. Quienes niegan y no creen en Dios o en Su Hijo ya están en ese escabroso universo paralelo, porque, a pesar de estar cerca de nosotros incluso, nosotros quienes creemos sí tenemos protección personalizada y estos sujetos no.

Los religiosos y falsos obreros, así como los apóstatas tampoco gozan de la protección de la Deidad porque voluntariamente imponen su voluntad a la de Dios para realizar sus malas obras.

No confundamos la misericordia de Dios con ser guardados del mal. La misericordia es una dispensa dada para que todo humano que respire tenga a bien a confesar el nombre del Señor Jesús y Dios le concede sobrevivir para que pueda hacerlo. Y ser guardados de todo mal es que seamos exentos de padecer calamidades o tragedias que otros no conversos padecerán.

Debemos siempre solicitar ser guardados de todo mal porque el enemigo no descansa para tendernos trampas. El mundo por igual llevarnos por la senda de la perdición en sus placeres y la naturaleza caída de la carne que tempestuosa induce a procurar su placer.

El mal cae sobre los malos, los que colman el plato de la paciencia de Dios, los obreros de maldad, los incautos y los ingenuos.

Peligros naturales o sociales están al acecho y confiados en nuestro Señor Jesús, rogando al Padre en su nombre tendremos refrendado este compromiso de amor.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.

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