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Editorial 524 - Carta a la iglesia de nuestro Señor Jesucristo en la República del Ecuador

Que la gracia, paz y amor del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, en su espíritu, amén.

Amados hermanos espirituales, les enviamos un fuerte y fraternal abrazo. Nos acordamos de ustedes y oramos para que el Señor los fortalezca en medio del desazón que existe actualmente en aquella tierra sureña.

En anteriores misivas hemos explicado sobre la necesidad como iglesia de tener el fundamento solo en Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador nuestro. Amados, la situación del mundo va en declive, pero aún no es el fin. Entonces, es menester accionar en el sentido espiritual rogando y orando fervientemente por los asuntos del Reino, es decir, que la evangelización de Ecuador no tenga estorbo alguno y la misma iglesia se guarde sin mancha en este mundo.

Mucho es la renunciación, santidad y humildad, además del amor y la obediencia con fe en Jesucristo lo que permite que las oraciones sean escuchadas. Amados, también recordarles que la oración por las autoridades nunca debe dejarse, porque el diablo siempre aprovecha cualquier atisbo para destruir cualquier obra buena de parte de Dios.

La situación entre la nación mexicana y la ecuatoriana se da en un contexto de frialdad en el respeto. No podemos permitir que autoridad alguna abuse así del poder que nuestro Padre le ha dado y por eso oramos para que sean guardados de ser tentados de obrar mal al amparo del poder. Desde hace ya varios años fuimos enseñados y revelados en este conocimiento y ha costado tumbar la cochambre en el gobierno mexicano, tan famoso por su corrupción. 

No dejamos de obedecer, orar, esperar y tener fe con paciencia con las autoridades de todos los niveles, porque carne y sangre son y por tanto, susceptibles a fallar. Amados: no duden y hagan lo mismo, nunca es tarde: rueguen fervorosamente con toda la fe y paciencia que el Padre les provea de autoridades tendientes a servir al pueblo, a los pobres, a los extranjeros, necesitados. Que sean justas, castiguen a quien hace el mal y premien a quien haga el bien y sobre todo, no se inmiscuyan en los asuntos concernientes al evangelio, sino que permitan toda libertad de recorrer los rincones de su territorio.

No neguemos y no rehuyamos a esta responsabilidad espiritual. Nacieron en aquella tierra con el propósito de cuidar los intereses celestiales ahí, de tal manera que profesionalicemos esta labor. Rogar porque tantos connacionales sean también coherederos de la gracia venidera en la eternidad. Atar al poder del mal, del hombre y del mundo y desatar toda misericordia, justicia y bonanza.  

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.




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