Que la gracia, paz y amor de, Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos.
El que escribe, señala que hay un solo Dios y Él vive y reina por siempre. Amén.
También, que solo hay un Señor y es el Hijo De Dios, muerto y quien resucitó por el poder de su palabra al tercer día. Jesucristo, Rey de Reyes y Heredero de todo lo creado.
El Señor Jesús es sabio y poderoso en conocimiento, enseñanza y doctrina al haber mencionado en el juicio de las naciones, en cuanto haber padecido sus siervos -dispersos en la obra de evangelización- diferentes situaciones adversas.
Estas obras de amor y misericordia se dan en el contexto de los hijos de Dios quienes han tenido que padecer vituperios de diversas maneras en diferentes épocas y testimonios. Una de estas es la enfermedad, la ausencia de salud y la exposición a agentes biológicos, con estados físicos de inflamación, infección, fiebres y demás síntomas propios de un cuerpo en prueba.
El Señor Jesús es muy explícito y serio en este tema (como en los demás de cárcel, desnudez, emigración, etcétera) sobre el cuidado que se tuvo o no en este aspecto.
Cuando se nos presente la oportunidad de atender un enfermo, hay que hacerlo solícitamente, sin apegos a recompensas o favores futuros. Es sacrificar tiempo, recursos, invertir en oración, fe y paciencia y derrochar amor y esperanza para que el testimonio sea efectivo.
Considerar pues, que el propio Señor Jesucristo está en cama y nosotros somos los únicos para atenderlo. Este ministerio de cuidar enfermos requiere altas dosis de fe, paciencia, valor, fortaleza, rogativa y santidad.
Por eso el Señor Jesucristo los recompensa con la vida eterna llamándolos “benditos de mi Padre”, pues que el bien que hicieron al dejar de hacer cosas por procurar el bienestar de sus siervos no queda en el olvido y en reciprocidad cumple otra profecía, que quien alguien sacrifica algo por el Señor Jesús recibirá cuatro veces más.
Si nosotros en fe sacrificamos y damos tiempo y apoyo en amor o recursos tendremos este tipo de retribución eterna por nuestro Señor y Salvador, así como las naciones ante los siervos de Cristo.
Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu, queridos lectores, amén.
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