Que la paz, la gracia, el amor y la sabiduría de lo Alto del Señor Jesús sea en ustedes, amados hermanos en la fe en Cristo Jesús, Señor nuestro, en su espíritu, amén.
Todos los meses del año calendario humano, tiene en sus días celebraciones, conmemoraciones y días de observación en todo el mundo. Hay diferentes rubros por los cuales ciertas multitudes salen a las calles donde se manifiesta una “lucha” por la cual un grupo humano proclama diferentes derechos, presencia y esencia ante la cual protesta en la sociedad y al mundo. El mundo es así porque al ser escucha del diablo y reservorio activo de maldad desde un principio han tergiversado el orden establecido por Dios, sus principios y mandamientos que desde Adán y a través de los distintos tiempos hasta nuestros días dejó establecidos.
Dios Creador impuso órdenes de organización, control y dirección porque es necesario que haya un ciclo y un proceso de vida, en los cuales los seres humanos no estamos exentos y tanto la mujer como el hombre -cuando ambos pecaron y fueron echados fuera del paraíso- recibieron estos órdenes también, según el criterio de Dios. ¿Qué sucedió? Con el paso de las generaciones fueron olvidando estos preceptos creando los propios y destruyendo gradualmente el orden espiritual de las cosas.
Por eso es que esa desobediencia se pagó muy caro con la propia maldad de ellos y la injusticia, crueldad, rebeldía y soberbia han provocado actos viles y antinaturales en las diferentes civilizaciones contra estas sociedades en desventura. Y aunque en lo natural podríamos estar en acuerdo que no haya violencia, injusticias, maldad y desigualdad, la verdad es que mientras que los seres humanos no reconozcan a Jesucristo como su abogado defensor, seguirán viviendo la injusticia que el mundo les niega atender y la sociedad calla.
Ojalá esas masas abriesen los ojos, los oídos, su mente y corazón para mirar hacia arriba y solicitar el apoyo al único que nos puede ayudar en verdad: nuestro Señor Jesucristo, pues el todo en todo tiene el poder de restaurar todas las cosas, puede restituir el equilibrio a cada alma en pena. Tan simple como sencillo: creer de corazón y confesar de labios que Jesucristo es el Hijo de Dios y que él se levantó de entre los muertos, exponer el problema con mucho fervor y tener la fe y la paciencia necesarias para que el poder del Padre y del Señor Jesucristo se manifiesten en favor de la solicitante.
Muchos grupos humanos con diferentes tipos de reclamos hay, cada cual en mayor o menor medida deberían ser arreglados, pero porque nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades en el aire, leyendo y observando el nuevo pacto veremos que nuestra esencia y quehacer son otros; la mejor manera de apoyar es orar por cada caso en concreto que conozcamos, para que el Señor pueda actuar y que la persona por la que se ora acepte y tenga fe. Es lo conducente para nosotros en este aspecto.
Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesús sobreabunde en su espíritu hermanos, amén.
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