Que el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de lo Alto del Señor Jesús sea en ustedes, amados hermanos en la fe en Cristo Jesús, Señor nuestro, amén.
Continuando con lo plasmado en el blog anterior (505, léalo primero para tener contexto, por favor), CABE destacar y aclarar que el evento de la tentación NO ES EXCLUSIVO de la hermandad en Cristo, e incluso trasciende nuestra especie y llega al reino animal (las plantas y seres inanimados no son influenciados por esta condición al ser seres fijados a la tierra y su sistema cerebral no está desarrollado para ser sujetos a esta), donde insectos y todo ser en movimiento sí resulta afectado.
La clave es el poder de decisión de movimiento. El instinto es el criterio básico de dirigir el destino del ser vivo impelido a moverse. Cada decisión tomada es una confrontación al destino mediato e inmediato como de largo plazo.
Entonces, la tentación ofrece ciertos escenarios de corto plazo totalmente apetecibles, mediano plazo que implica maldad y a largo plazo que requiere placer de hacer el mal, disfrutar del pecado e injusticia y la incapacidad de reaccionar o arrepentirse.
Ahora podremos discernir por el Espíritu por qué un insecto cae en la trampa de una planta carnívora (se siente atraído por el dulcísimo aroma del néctar letal que le llevará a su muerte, y a su vez es el modo de supervivencia de la planta -algo tiene que hacer también para sobrevivir, por lo cual no podríamos “culparla” ¿o sí?)
En un caso más complejo, tenemos a la cadena alimentaria entre herbívoros y carnívoros. ¿Por qué mueren los herbívoros? Porque sus sentidos están bloqueados para no detectar el peligro a tiempo, al estar concentrados en comer, dormir o beber. Su ansiedad de complacerse en estas necesidades no concede precaución y esta impericia provoca su próxima ausencia del mundo. Darwin llamó a esto “selección natural”, sin embargo es una falta sensorial de atención.
Subiendo pues, de categoría en las criaturas, tenemos a los animales omnívoros, carnívoros al ser más cognitivamente desarrollados por su mayor dificultad de procurar su existencia. Estos caen también en la tentación de lastimarse, morir o fracasar en tal procuración de alimento en la caza según la fortaleza de su capacidad de reaccionar ante este escenario. Los que en experiencias pasadas alcanzaron a sobrevivir, tendrán muy en cuenta que si se repiten los factores tomarán otra decisión a la que previamente tomaron -astucia, memoria o sabiduría del instinto, dado por Dios-. Los que no, se enfrentan a la disyuntiva de la gracia -no suerte- de vivir para contarlo, o bien formar parte de la vida de otro ser que se alimentará de este ser desdichado.
Y por fin llegamos al género humano. Para nuestro Padre, los que no confiesen al Señor Jesucristo ya han sido condenados, si bien siguen respirando espiritualmente están muertos y si así continúan cuando dejan de respirar, pues se concreta la sentencia ya dada anteriormente. Pero mientras ya cayeron en la tentación principal (creer o no creer) al optar por lo cómodo, conveniente y fácil, se exponen a peligros de efecto más inmediatos por cuanto no hay gracia y solo viven de la misericordia -que ya incluye al instinto que necios llaman “suerte”-.
Por eso hay muchos muertos por distintas razones, porque al estar ciegos, sordos, muertos al Espíritu están en el mismo nivel de los omnívoros, con el agravante de que ahora teniendo conciencia y no solo memoria siguen necios en su andar pecaminoso y de maldad. De esto último hablaremos en el segundo tomo del libro por escribirse RUDIMENTOS IMPORTANTES EN LA DOCTRINA DE JESUCRISTO.
Aquí el efecto de la tentación es más poderoso porque no se tiene la protección del Padre, tampoco el apoyo del Señor Jesús ni la cobertura del Espíritu Santo para sopesar implicaciones de decisiones quedándose tan solo con su sabiduría humana, libre albedrío, arrojo, instinto de supervivencia y experiencia previa como frágiles e inseguras armas.
Por eso dice en la oración base “no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal” porque el diablo opera contra todas las de modo constante e implacable.
Contra los hijos de Dios, porque así los quita de este plano y no confiesan el nombre del Señor Jesucristo.
Contra los inconversos, porque no tiene lealtad alguna más que consigo mismo y antes de que puedan cambiar de opinión los mata para que se haga efectiva la sentencia de muerte espiritual que él ya tiene y así llevarse a cuantos incautos pueda.
Así pues, la tentación es una herramienta de prueba o caída usada por el diablo para romper, corromper, destruir y matar y juega con las emociones, sentimientos, debilidades y defectos de cada ser humano por el mero rencor que para él no hubo perdón Y así los demás demonios a su servicio. Pero esto lo hablaremos por medio del Espíritu en el segundo tomo antes mencionado.
Concluyendo, se dirá que agradecemos al Padre en el nombre del Señor Jesucristo que este flagelo de vida llamado tentación es un mal necesario para quien no cree, pero en el Espíritu es una prueba aprobada para quienes creemos y por tanto, nada es para mal sino para bien.
En una caída están la disciplina, la disculpa, el aprendizaje, la asimilación y la perfección
En un “no” están la resistencia, el dominio propio, el gozo, la fortaleza y la victoria.
¿Qué tenemos para perder, si todo es para ganar?
Que la fe, la paz, gracia, amor y sabiduría del Señor Jesús esté con ustedes, amados, en su espíritu, amén.
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