Que el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de lo Alto del Señor Jesús sea en ustedes, amados hermanos en la fe en Cristo Jesús, Señor nuestro.
El hermano que escribe, habla en revelación por el Espíritu Santo sobre una situación cotidiana en la vida de cualquier creyente de Cristo Jesús como el Hijo de Dios, que es la ocurrencia de las tentaciones.
La tentación es todo momento de lucha espiritual dentro de la mente, el corazón y el alma de un creyente respecto a una circunstancia que no es de acuerdo a la Escritura, pero el deleite y deseo de la carne le hace repensar la posibilidad de ejecutarla y vivirla, sabiendo que no es buen testimonio ante los ojos de Dios y de los hombres.
Las tentaciones vienen añadidas por factores externos que dan la pauta de aceptar la tentación, haciéndola parecer como “normal”, “necesaria”, “inocua”, “esperable”, “obligatoria” e “impostergable”.
Si lo anterior no parece suficiente, en el interior, el viejo hombre añora tener ese viejo placer exponenciado por alguno de los cinco sentidos de la percepción y pugna en el intelecto “hazlo”, “tómalo, “pruébalo”, “míralo”, “poséelo”, “gústalo”, “úsalo”, “percíbelo” “huélelo”, tratando de acallar la buena conciencia y al Espíritu que dicen a una ¡No!
La tentación es un probable episodio con muchos matices, los cuales van desde la leve y sutil caída -pero al fin caída- hasta el lanzamiento total e irracional a su ocurrencia. Sin importar la intensidad, cuenta el hecho que lo espiritual no prevaleció por la falta de dominio propio, fe y amor.
Es por eso que el Señor Jesús estando en la carne nos declaró: “orad para que no entréis en tentación” -Lucas 22:40 bis-. La oración constituye un manto protector pues rogamos apoyo y soporte de parte de nuestro Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, pues envía a sus ángeles a destruir campamentos espirituales demoníacos de tales factores antes mencionados y previenen el lanzamiento de dardos por parte del enemigo.
Por su parte, el Espíritu Santo se fortalece y se renueva para que el amor, la fe y el dominio propio no se debiliten y podamos estar, solo entonces, en la valentía de decir “no” y superar la tentación.
Además, existe la palabra de consolación para quienes hayan caído en tentación en 1ª Corintios 10:13 “no os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. En otras palabras, quien caiga no es que no pueda soportar, sino que es débil todavía y tiene que aprender renunciación y santidad. Esto implica disciplina, concentración y fortaleza de la mente de Cristo en tal creyente para que ninguno de sus sentidos sea susceptible a encantamientos a realizar el mal.
Son pruebas que tenemos que superar sí o sí, para crecer. Creyente que no pase no puede crecer. Así estará en esa prueba y error hasta que aprenda a tener fe y usarla para decir “no”, y según el tipo de tentación, que el Padre mejor duerma a este creyente por no poder aprobar tal asignatura.
Caer en tentación no condena, amados hermanos, pero sí deja en estado de debilidad espiritual y derrota. Nuestro Padre cuenta con que la aprobemos y nuestro Señor Jesús es nuestro ejemplo a seguir.
Así que, cada quien en su nivel espiritual debe aprender a manejar este suceso espiritual porque mientras no partamos estaremos expuestos a padecerlas y cuando haya de enfrentarlas seamos hallados probos y dignos y no candidatos a perder.
No despreciéis el consejo del Espíritu, amados, ahora que lo habéis leído, veis y conocéis, por tanto, será necesario saber y aplicar para que no seamos hallados faltos al respecto. Con amor os escribo, con la conciencia del Señor que también aprendo y vivo para Cristo y solo soy vaso transmisor de esta gracia de sabiduría de lo Alto.
Esto es parte de nuestro trabajo: procurar la perfección entre tanto estemos bajo la gracia del tiempo de la iglesia y la libertad en Cristo es plena todavía. Llegarán los días donde la elección será dejarse marcar o no por el sello de la bestia y ¡ay de los que caigan en dicha tentación con tal de no perder privilegios o la vida!
Que la fe, la paz, gracia, amor y sabiduría del Señor Jesús esté con ustedes, amados, en su espíritu, amén.
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