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Editorial 503 - La sociedad sigue el camino de los demonios. 

Que el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de lo Alto del Señor Jesús sea en ustedes, amados hermanos en la fe en Cristo Jesús, Señor nuestro.

En estos postreros tiempos puede tenerse un falso sentido de seguridad debido a la tecnología, las reglas sociales cada vez más laxas y el libertinaje en derecho a creencias, posturas, autopercepciones e ideologías de todo tipo en todo el orbe. Sí existen territorios “opresores”, pero también democracias censuradoras de libertades como en los tiempos de Jesús.

El punto es que la sociedad en general sigue el camino de demonios al buscar sus propias alternativas lejos del evangelio reconciliador de Jesucristo, el Hijo de Dios y Señor nuestro. Se llenan de pensamientos mentirosos, su corazón se hincha de vanidad y autocomplacencia y sus acciones están encaminadas en demostrar que Dios está afuera de la ecuación y es “extraterrestre”, incluso sustituyéndolo con términos insensatos como “karma”, “vida”, “destino”, “energía”, “universo”, “fuerza”, “chacra”, “decretos” y cuanta basura mental se les ocurra.

Por eso son caminos de demonios y el supuesto pueblo está más que plagado de estos. Abandonados a su suerte por su propia boca cuando se hicieron responsables de la muerte del Mesías en aquel día en las afueras de Jerusalén, ahora se sienten dueños del mundo con su fanatismo religioso, político, militar y económico. No se dieron cuenta que su Dios ya no los protege, sino que por Su misericordia es que sobreviven a causa del remanente y uno por uno caerá a la condenación si no se arrepienten de su estulta conducta.

Y la iglesia no se escapa, Laodicea ya comienza a florecer como el triste recuerdo que ni aun los escogidos están libres del riesgo que supone seguir camino de demonios. Todavía está Filadelfia, pero con el paso de los años este espíritu dejará de dar testimonio para que con Laodicea se acabe la gracia, el tiempo de la iglesia y ahora sí, venga el juicio.

Amados, en los finales del 2023, según el tiempo de los hombres, debemos reflexionar no con las idolatrías y asquerosidades que el mundo ofrece, sino con la santidad de que nuestra misión es dar testimonio supremo de Jesucristo, no importa las circunstancias. La luz que brilla en nuestro interior y el sabor de sal que damos tiene que permanecer inalterados, pues si unos caen nosotros tenemos que orar, velar, guardarnos en amor y esperanza no dejando que la fe se disminuya.

El reto es grande, pero la recompensa es infinita. El único camino es Jesucristo en nuestras vidas: jamás intentemos aderezar, acomodar, condimentar o modificar nuestra esencia con relatos, teorías, doctrinas, filosofías, pensamientos, decretos, estilos de vida o pensamientos que no estén en el nuevo pacto y si alguien tiene dudas ¿no tiene el Espíritu Santo dentro de sí para solicitar guía? ¿No hay algún creyente fuerte espiritualmente que le ayude a recuperar lo perdido?

Seguir el camino de Jesucristo implica la muerte: la muerte al pecado; a seguir con los patrones del mundo; a la renunciación total de ser comparsas de herejías, hechicerías y abominaciones; a la concupiscencia de actos lascivos, pecaminosos e hipócritas.

Morir no es dejar de vivir: es dejar de ser pecaminoso.

En cambio, quienes corren seducidos por estos caminos amplios a la verdadera muerte, dejan de vivir por ser lo que no son, se escapan de la realidad para construir una mentira que los ciega, los entorpece y al final los inutiliza y cuando el tica tac deja de sonar, entonces, llega la muerte inexorablemente. Esta es la muerte a la que se debe de temer y las cuales millones no ven porque no quieren saber de Dios y prefieren cerrar los ojos por mero capricho, otros porque son ingenuos y prefieren seguir lo que ven o escuchan, algunos más por miedo y terror del qué dirán y los peores de todos: los que sabiendo su destino aun así provocan a los anteriores a seguir al verdadero destazadero de almas.

Entonces, hermanos, gocémonos de que estamos en la vida y camino correctos y no importa que incomodemos a muchos con nuestra forma de vivir a Cristo, si para ellos morimos y dejamos de ser, que así sea. Nosotros, en cambio, hacemos lo que nos toca hacer y, aprovechando, celebramos prontamente la Cena en el Señor Jesucristo con los cánones dejados en el nuevo testamento.

Que la fe, la paz, gracia, amor y sabiduría del Señor Jesús esté con ustedes, amados, en su espíritu, amén.


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