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Editorial 499 - Carta a la iglesia de nuestro Señor Jesucristo ubicada en la República Argentina.

Que la paz, el amor, la gracia y la fe en el Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados creyentes en Cristo Jesús, Señor nuestro en su espíritu, amén.

Amados hermanos, creyentes del Señor Jesucristo en aquella latitud: esperamos en el Señor y Padre de todo lo creado que se encuentren con bienestar y en gozo, a pesar de situaciones en el mundo que auguran pesar.

Es preciso, amados hermanos, rogar y orar por las autoridades, tener fe y renunciar al modelo mundano de convivir y mentir para convivir con sectas y elementos humanos fuera de Cristo. No olvidemos, amados hermanos nuestros, que Jesucristo es nuestro Señor, Salvador y Maestro y en su sabiduría agradaremos al Padre.

El derrotero de su nación a lo largo de la historia reciente da cuenta que hay algo que tiene a esa tierra en constante juicio y disciplina. Varias generaciones han pasado y se ha visto que su nación tiene dificultades en su vida. Las naciones son extensiones de su población y es necesario redoblar esfuerzos, amados hermanos, para que el evangelio de nuestro Salvador Jesús, el Hijo de Dios, caiga en buena tierra en aquellos corazones tan necesitados de Dios.

La pregunta importante es: ¿y la iglesia de Cristo allá? ¿Duerme o está ausente? Varones de Dios: no permitan que la fe se diluya, no toleran que el amor se enfríe y por lo tanto, no es opción rendirse y negar a nuestro Señor. Somos los miembros del cuerpo de Cristo los embajadores, reyes y sacerdotes de los tesoros espirituales de la Deidad en la Tierra.

Invoquen al Padre, regresen al redil, renuncien a la religiosidad y a la frialdad, confiesen a nuestro Señor Jesucristo, rueguen que los desperfectos espirituales que aquejan a su nación, pues por el Espíritu deberían saber, desaparezcan o sean controlados para que la gracia del Padre caiga como torrente esperado tras larga sequía. El testimonio de la República Argentina como nación ante los ojos del Creador como del mundo debería ser de humildad, paciencia, trabajo, fe, oración y rogatoria.

Amados, el Señor Jesús ya viene y antes de eso ¿qué obra quedará en aquella latitud? ¿De qué tendrá memoria nuestro Obispo de las almas cuando estén frente a él en el tiempo postrero? La maldad aumenta inevitablemente, más eso no es excusa de dormir o ausentarse en la rogativa y en la lucha por las almas para Jesucristo. Apelamos a que podrán hallar paz y sentido de urgencia que los lleve a tomar control espiritual del devenir de su país y sus autoridades gobiernen como está mandatado en el nuevo pacto y no dejar que el enemigo y el propio hombre pecador hagan de las suyas.

No permitan que la libertad del evangelio sea limitada. No nieguen su fe y tomen fuerzas, pues el Señor está con ustedes y nosotros. Acá en México también tenemos nuestras batallas, y no cedemos ni un ápice en buscar la voluntad del Padre en agradarle obedeciendo al Señor Jesús,

Sea esta carta leída a otras congregaciones sin acceso a internet para que el fuego del amor del Señor Jesús y el poder del Espíritu Santo sea en ustedes, amados.

Que el amor, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo sea en su espíritu, amados hermanos, amén.



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