Que la gracia, el amor, la paz y la fe en el Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados creyentes en Cristo Jesús, Señor nuestro en su espíritu, amén.
Continuando con situaciones del orden natural, un elemento digno de mencionar es el invierno, que da señales de que se acerca: primero en el otoño la temperatura desciende y las especies vegetales en su mayoría pierden el verdor de su belleza y tornan sus nuevos tonos en amarillo, rojo, para después café y caer para siempre al suelo, recubriéndolo para siempre y ser transformada en otra esencia.
Luego cuando la alineación solar es desfavorable y más corta se pierde el acceso al calor y comienzan los sonidos helados del polo y soplan sobre el territorio y comienza el descenso del calor ambiental para luego, según la posición en el planeta, se dan tonos blancos en forma de nieve y hielo.
Mucha vida cesa y otra hiberna o se guarda. En el caso humano, continúa en su vida.
En el aspecto espiritual es muy semejante esta realidad: la muerte y el deslucimiento de un alma que tiene amenaza de caer en invierno espiritual.
¿Cuál es este invierno o esta muerte? El enfriamiento del amor. El odio, la indolencia, la frivolidad, la soberbia, el desprecio, el resentimiento, el rencor, la apatía son síntomas muy peligrosos que rondan más al mundo y alejan a las almas que las padecen de la solución que es Jesucristo.
Hay señales de que el invierno se acerca a estas almas cuando progresivamente dejan de dar señales de vida al ser menos preocupadas por el prójimo, más preocupadas por sí mismas o bien por ideologías, las suyas. Cuando dejan de oír, dejan de creer, dejan de sentir, dejan de ver y construyen en su interior un mundo alterno donde solo existen ellos. Al suceder esto pierden noción de la realidad y mueren por asfixia, porque su mundo irreal no existe y sucumben de odio porque nadie cumple sus expectativas.
Les causa pesar y amargura no ser el número uno. No consideran sus dichos y hechos y no les importa el daño o consecuencia causados. Por esto, el Señor los aparta hasta el extremo de la muerte.
Por eso entre los hermanos, la frialdad es muy peligrosa y es imperioso estar conscientes de su amenaza. Para empezar: en el perfecto amor, no hay temor; Ama a tu prójimo como a ti mismo, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; si me amáis, guardad mis mandamientos, muchos mensajes en los cuales el Padre en los diferentes tiempos ha dejado huella de que el amor es lo que tiene con vida al género humano y no solo el hálito.
Sin embargo, el diablo y la Humanidad trabajan a marchas forzadas para romper todo lazo con el amor que Dios da a toda alma. Dios existe y parte de Su esencia existe en nosotros cuando nacemos al tener amor. Pero en el trayecto hacia la muerte muchos cambian el destino de ese amor a cosas materiales, a sí mismos, a lo malo, a la vanidad, a lo que sea menos a Cristo.
Lo anterior porque así lo ha dispuesto el Padre: honrar y amar al Hijo es honrar y amar a Dios. El Creador dio toda la administración, poder y alabanza a Su Hijo porque él fue obediente hasta la muerte. Murió por amor al Padre y resucitó con el gozo del Padre. Dios amará a quien ame a Jesucristo y quien repudie al Cordero Inmolado, será repudiado por Dios si no se arrepiente.
Amados: el Señor Jesús vendrá justo cuando la fe y el amor estén a punto de fenecer, como ladrón en la noche y de manera inmensa bajará del cielo y, ahora sí restaurará todas las cosas: restaurar el amor, la fe, el reino y la creación de la mala obra de Satanás y todos sus compinches.
Por esto mismo en nosotros no puede desaparecer el amor, porque es lo que nos mantiene con vida. Si el invierno llega, peligro hay de morir. Mueren los que no están ordenados para vida y mueren los que no tienen fe. Cada quien es responsable ante la Deidad mantener esta llama de amor fraternal flameando cada vez más con más fulgor y calor, porque eso atrae a las ovejas todavía extraviadas y de aquí sale la luz que alumbra al mundo.
Sigamos caminando hacia nuestro destino renovando estos votos de amor con nuestro Padre, nuestro Señor Jesús, nuestros hermanos, nuestros familiares, nuestros amigos y demás prójimos. Por medio del Espíritu siempre tendremos esta llamarada brillando hasta que seamos llamados a dormir en Cristo. ¡Fuera el invierno! ¡Y que se acerque el tiempo de la siega!
Que el amor, la gracia y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo esté en ustedes, en su espíritu, amados lectores y hermanos, amén.
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