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Editorial 493 - La alimentación mundial

Que la gracia, el amor, la paz y la fe en el Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados creyentes en Cristo Jesús, Señor nuestro en su espíritu, amén.

El mundo en su necesidad de mantenerse actual y activo para mantener cautiva a la sociedad humana en general crea eventos, genera remembranzas y establece acciones con el objeto de mantener los ojos puestos en las cosas de abajo y no en las de arriba,

Ahora mismo me viene a la mente el pasaje de Juan 6, cuando se alimenta a una población de cinco mil varones, sin contar mujeres y niños. Este acto milagroso es ejemplo puro del poder que tiene el Señor Jesús para saciar las necesidades físicas, sobre todo las espirituales del hombre.

Sin embargo, el hombre no siempre va en la dirección que Dios quiere, sino en su propio derrotero. En el pasaje, tal multitud no iba necesariamente a creer en el Hijo de Dios, sino más bien a recibir algún tipo de señal o milagro. Todo fue dispuesto para que Cristo multiplicase los panes y pececillos que un muchacho traía consigo y así probar la voluntad y lealtad del hombre.

Fueron pues saciados en su vientre, no así en su alma. Estos querían atrapar a Jesús y coronarlo como un rey más y no como el Rey de Israel. Consideraron que era más fácil que les convirtiera el aire en alimento y no en creer que era el Enviado de Dios, tras lo cual se alejó de ellos y luego los confrontó, señalando su nada sutil interés terrenal.

Pues ahora pasa lo mismo: la conciencia de los pecadores sobre la hambruna mundial hace que se inventen un día sobre el cual piensen y mediten sobre “qué hacer” para erradicar la hambruna mundial. ¡Hipócritas perversos! La peor hambre es la que se siente cuando el Padre no es su Dios y Proveedor; cuando Jesucristo no es su Salvador, Señor y Maestro y cuando el Espíritu Santo no posa sobre ellos. Se preocupan por migajas cuando el pan de vida está listo y servido.

Su maldad les permite creer que ellos pueden saciar el hambre de la gente, cuando no son capaces de ser misericordiosos, amorosos y valientes de dar todo lo suyo que tengan. ¡No! Piden a otros que den, luego ellos con falsa piedad declaran que “se hacen esfuerzos” y reciben los aplausos y vítores ¿y Dios? Bien, gracias. Luego ni el hambre se acaba, la perversa cadena opresora de tener pobres para que los ricos sigan “preocupados” y nadie procura la salud y nutrición espirituales.

Tan solo el mismo Padre junto con el Señor Jesús tienen la misión activa de esto y con los apóstoles y evangelistas recorren todos los puntos geográficos y cumplir la profecía: proveer a toda la población mundial del verdadero alimento que es creer que Jesucristo es el Hijo de Dios, que Él le levantó de los muertos y la comunión santa y necesaria con el Padre mediante la oración.

Por eso, amados míos exhortados están a que no caigan en estos groseros intentos de dar limosna a quienes no creen y no claman al que verdaderamente puede saciarlos.

Que el amor, la gracia y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo esté en ustedes, en su espíritu, amados lectores y hermanos, amén.



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