Que la gracia, el amor, la paz y la fe en el Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados creyentes en Cristo Jesús, Señor nuestro, amén.
En este mes el mundo celebra el acto de que un continente fue descubierto a causa de la búsqueda de nuevas rutas de comercio. En la perspectiva del Espíritu, el Señor previó ovejas perdidas, adoradores del Padre en espíritu y verdad por todo el orbe y en toda época y una mies inmensa por recoger el alimento.
Nosotros somos peregrinos, porque seguimos los pasos del Hijo del Hombre que no tuvo donde recostar su cabeza al estar diligentemente dando enseñanza de no amar tierras mundanas sino andar por ellas buscando los tesoros escondidos en ellas para darlos a Dios: las almas de los hombres.
Nuestra patria y nuestro destino no es aquí sino en la eternidad, por esta causa no tener apegos a lo material y comerciar almas para nuestro Padre por medio del Espíritu, recoger donde no sembramos por gracia de Cristo es nuestro deber ser.
Nuestro estandarte y bandera es el Espíritu Santo quien nos da el poder, las palabras y las acciones para que las misiones de nuestro Padre estén realizadas cabalmente. No tenemos otra soberanía, si bien por misericordia cumplimos con la ley vigente en los países donde vivimos en momentos de testimonio, tomar nuestro lugar y con gallardía y pundonor para honrar por sobre todas las cosas el santo nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Y este ejercicio de amor es nuestra celebración diaria para la Deidad nos haya puesto en rumbo a nuestro destino verdadero: la nueva tierra y el nuevo cielo en donde descubriremos por vez primera el rostro de nuestro Dios, veremos a nuestro Salvador Señor Jesucristo tal cual es y nosotros estaremos revestidos de un cuerpo inmortal y lleno de gracia perfecta. Ese descubrimiento es lo que anhelamos con mucho fervor. ¡Ven Señor Jesús! Amén.
Que el amor, la gracia y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo esté en ustedes, en su espíritu, amados lectores y hermanos, amén.
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