Deseamos en el amor de nuestro Señor Jesucristo que su gracia, sabiduría y amor esté en ustedes, en su espíritu.
Mientras realizaba una búsqueda de material audiovisual para una de las clases que imparto -en cierta aplicación popular-, apareció una propaganda de la religión y secta que se auto denomina santa, de Jesucristo y que es parte de los últimos días. Nada más apartado de la realidad porque de ser cierto estuviéramos en los días donde se redacta en Apocalipsis lo cual no acontece todavía. No son santos porque de serlo, estuvieran apartados de los tentáculos del mundo, en lo económico, en lo político, en lo religioso y anduvieran en la misma humildad que la del Hijo de Dios.
No son testigos de Jesucristo porque afrentan el testimonio del Señor quien para ellos es piedra de tropiezo que los desmenuza. Mencionan el santo nombre tomándolo en vano porque es fachada doctrinal para su sistema de esclavitud y reclutamiento de prosélitos impíos y adoradores del enemigo de Dios disfrazados de ovejas.
No me sorprendió su hipocresía, sino que contraviniendo lo marcado en el evangelio usan mujeres como modo de promover la supuesta igualdad de género. Hablan como enviadas cuando no está registrado tal encomienda en la escritura. Además, usan principios mercadológicos de otra secta, la de los falsos testigos del Dios de Israel.
Amados, ellos usan una falsa imagen de piedad, amor y calidez. Pronuncian el santo nombre del Señor, así como daban falsas alabanzas a Dios el pueblo contumaz y rebelde en los tiempos de nuestro Señor, Salvador y Maestro, Jesucristo. No caigan en el perverso deseo de comulgar o darles espacio, porque siervos del mal son y dejarlos entrar constituye una afrenta a nuestro Padre, Quien entregó a la muerte a Su Hijo para el rescate de muchos, entre ellos nosotros.
Apartarse de ellos es lo que debemos hacer y no oír su lisonja, porque no tenemos parte ni suerte con ellos en su presente pecador y mucho menos en su destino si no se arrepienten de sus malas obras cuando les toque partir hacia la eternidad.
Que el amor, la gracia y la esperanza de nuestro Señor Jesucristo esté en ustedes, en su espíritu, amén.
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