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Editorial 486 - La supuesta inclusión.

Amados de Dios y de nuestro Señor Jesucristo: que la paz y la gracia sea en su espíritu. Amén.

En estos días dentro de las corrientes locuaces del mundo se inventan fantasías, fábulas y crean algunas perversas falsas realidades o expectativas de la vida, la muerte, la sociedad, los derechos, las obligaciones y hasta percepciones.

Lo cierto es que el mismo mundo toma preceptos de Dios robándolos y luego tergiversándolos en teorías, principios y normatividades fuera de todo sustento lógico y práctico.

Uno de estos principios morales mal aplicados es la supuesta “inclusión” de todos los seres humanos por cualquier razón los haga “diferentes”. Pero ante los ojos de Dios solo hay dos tipos de seres humanos: los creyentes en el nombre de Su Hijo y los no creyentes en el nombre de Su Hijo. Por tanto, lo que el hombre juzga y prejuzga lo hace para su propio mal, porque del Señor es la Tierra y su plenitud, el mundo y los que en Él habitan. No así en cómo se manifiesta, pues el pecado se ha apoderado de esta dimensión y toda obra es muerta, hueca y llena de maldad.

El Señor Jesús es inclusivo al haber muerto por todos. Sin excepción. No importa la época, género, situación mental, física, médica o étnica. Pero eso nadie lo dice. Solo pequeños grupos se atribuyen una lucha que no existe, porque basan sus argumentos en falacias y no sobre la verdad.

Cada vez menos se le da el mérito sincero a nuestro Señor Jesucristo de haber pensado por todos los humanos pasados, presentes y futuros. Esta es la verdadera inclusión por la cual nosotros luchamos: que todos procedan al arrepentimiento, el anhelo de nuestro Padre.

Pero, por andar creando mundos fantasiosos y quimeras vivientes se pierden de la verdadera inclusión eterna. Lo que el mundo crea no es diversión, es odio, reflo, engaños del diablo.

Mejor acto inclusivo que aceptar la dádiva de Dios en depositar toda la fe, la fuerza física y dichos de la boca confesando el Santo Nombre del Señor Jesús no hay ni la habrá. Que el amor, gracia, paz y sabiduría de lo Alto, amén.

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