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Editorial 485 - Porque nunca decayeron sus misericordias.

Que el amor, la gracia y la paz de nuestro Señor y Salvador Jesucristo esté con ustedes, amados hermanos. Enviamos un afectuoso saludo a toda la hermandad que nos lee y su espíritu rebose gozo de ser edificados tanto como nosotros cuando fuimos instruidos en estos conocimientos de la Verdad de Dios en el Hombre: Cristo viviendo en nosotros.

Hoy temprano realizaba una serie de quehaceres domésticos de limpieza, en específico, tirar diferentes tipos de hojarasca del patio trasero. Mientras lo hacía, vino a mi mente este versículo en forma de canto, inspirado de Lamentaciones 3:22-23. Cuando era niño lo aprendí, quise saber qué significaba mientras lo entonaba y con el tiempo el Padre me mostró su significado.

Hoy puedo decir que al tiempo de mover la escoba recordaba desde ese día en que lo aprendí y todas las veces que el Señor me guardó de Su disciplina al no permitir cayera víctima de tentaciones, los errores cometidos por mí y que el Señor subsanó, las malas decisiones que no tuvieron mayor impacto, pero sí mucho aprendizaje y por supuesto, la preparación a lo largo del tiempo para estar aquí en esta misión espiritual de escribir para Él.

Por el poder libertador de la sangre de nuestro Señor Jesucristo es que este versículo se aplica de la manera máxima posible, amén de que no hay mayor honra y distinción y aplicación de la misericordia del Padre que ésta: ser enviados a los pies de Jesucristo y ser salvos.

Claro que en ocasiones nos enfrentamos a los afanes, a los espinos y cardos que implica el trabajar arduamente de sol a sol y la lucha espiritual contra la carne y el enemigo de Dios; no obstante, esta promesa la tenemos a diario.

Por eso dice el Señor Jesús en Juan 5:17: mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo. Porque atender a Sus Hijos es a cada instante del tiempo-espacio llamado presente.

Así que hermanos, si el pueblo judío tiene su remanente en espera de ser reclamado para el Único y Sabio Dios, ¿cuánto más no estamos nosotros cubiertos en esta época de la iglesia? ¡Clamemos a nuestro Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo! No vivamos de un pasado ajeno, sino del propio presente, haciendo nuestras todas las promesas que la Deidad tiene para nosotros.

Por el Espíritu Santo sabremos pedir como conviene y todas las misericordias para nosotros caerán sobre nosotros como lluvia fresca y restauradora de la tierra con sequía. Y estas nuevas misericordias cortesía del Hijo de Dios, Señor, Maestro y Salvador de nuestras almas.

Que la gracia, amor, misericordia y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu amados hermanos y lectores, amén.

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