Amados hermanos: que la paz, gracia y sabiduría del Señor Jesucristo sea en su espíritu, amén.
Hermanos, creyentes y lectores. Habíamos estado enviando cartas a otras naciones porque en el sentir por el Espíritu tuvimos esa necesidad de comunicarnos por este medio y exhortar en diferentes temas a nuestros hermanos en tales territorios.
Mas ahora es necesario tener contacto con nuestros amados hermanos aquí en México porque también hay asuntos nacionales que atender. Se vienen tiempos importantes en las elecciones de nuestro país y tenemos que estar conscientes de ver por los intereses espirituales del Padre antes que meternos de lleno en los aspectos de la Tierra.
Toda elección corresponde a un cambio y una oportunidad que el Padre nos conceda una autoridad que regule en justicia, misericordia, amor y compromiso a sus gobernados y ya deberíamos ser adultos en este tema. No podemos rehuir de nuestra necesidad y libertad de votar y ser votados, pues en otras naciones no se tiene este privilegio.
Nuestra nación tiene muchos privilegios de lo Alto, sin embargo, la idolatría y la soberbia hacen mella en el testimonio de México como país gentil ante la Deidad. De no ser porque el nombre de nuestro Señor Jesucristo transita libre por todo su territorio, tiempo fuera que estuviésemos raídos.
Pero por algo el Señor mantiene y sostiene a esta nación y la Iglesia apostada en esta circunscripción territorial tiene que permanecer vigilante y celosa de no quedarse dormida y se le apague el aceite en lo que llega el esposo.
Amados, es nuestra obligación espiritual rogar por todas y cada una de las autoridades para que el enemigo no los engañe, para que el propio ego y maldad de las personas a cargo de dichos puestos no se corrompa por tener contacto con el poder y la torpeza de las masas los endiosen y los adoren como si fuesen deidades.
Los Tres Poderes de la Unión están bajo el dominio de Dios y tenemos que atar estos poderes en el nombre del Señor Jesucristo para que hagan el bien y castiguen el mal, vean por las viudas, huérfanos y extranjeros viajantes, protejan a los débiles y fortalezcan a la Nación con leyes justas, protejan a todos los ciudadanos y discurra en paz la convivencia con otras soberanías.
Tenemos como iglesia esa capacidad de atar y desatar, atemos a todo traidor y malhechor vestido de político. Tenemos que confiar en nuestro Padre y que nos muestre quién es la persona mejor preparada por Él para ocupar los cargos públicos y que sean guardados de las tentaciones. Que huyan del soborno y sean enemigos férreos de la corrupción. Sobre todo, que no estorben al libre tránsito del evangelio de reconciliación de nuestro Señor Jesucristo.
Nuestro Padre ya sabe quién es la mejor persona y por eso no podemos confiar en el nombre de cualquier hombre y sí podemos entregar esta decisión a Él en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Que Él ponga a los jerarcas y a su tiempo los quite.
Roguemos porque tengan valores espirituales y no sean mundanos, vulgares, mentirosos, hipócritas y enemigos de la fe.
Mucho hay que hacer: tenemos violencia, pobreza, sequía, adicciones, desenfreno social, religiosidad y ateísmo. ¡La iglesia debe despertar! Nuestro Señor Jesucristo debe ser anunciado y testimoniado, pero ¿qué hacen los hermanos? Es buena y válida la pregunta.
Tenemos tiempo, tenemos fe ¿y la disposición?
Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesucristo estén en ustedes hermanos, amén.
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