Glorificado sea el Santo nombre del Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, bendecimos a nuestros amados lectores que tengan rebosante en su espíritu el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de nuestro Señor Jesucristo, amén, acá en México les enviamos un abrazo espiritual y muy fraterno.
Nuestro amado Dios, Creador del cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay y Padre nuestro por la gracia de la sangre de nuestro Señor Jesús derramada para limpiarnos de todo pecado consideró crearnos a Su imagen y semejanza en cuanto al poder de percepción con el mundo exterior, pues también el Padre posee estos sentidos y aún más y perfeccionados.
Entre estos, hoy toca hablar del tacto, este sentido que nos permite constatar de “real” y “existente” todo contacto físico y tangible. Lo que a veces no damos crédito con la vista ni con el oído, olfato u oído tenemos que tocarlo para que la mente incrédula tenga la certeza ante lo que percibe que es cierto. Tocar algo también nos presenta una delicia, un gusto, un placer y una emoción de dicha para con la cosa o persona que palpamos.
Tocar, por ejemplo, un coche nuevo de agencia tan pronto lo adquirimos, abrazar a una amistad entrañable, saludar a un familiar, besar y acariciar al ser amado son manifestaciones válidas por la Deidad de recibir sensaciones agradables por este medio. Hay otras situaciones donde este sentido se ejerce de manera impropia, por ejemplo: en el hurto de cosas de valor ajenas, en obsesiones por fetiches físicos, en la avaricia de poseer algo, en los crímenes debido a asaltos por tocamientos inapropiados, etcétera.
Pero sabemos que no es por lo físico por lo que se escribe este editorial, sino por el aspecto espiritual. El tacto espiritual se manifiesta en el alcance que el alma tiene sobre otras: cuando las toca, se apropia de ellas: su mente, su cuerpo, su voluntad. Tocar a una persona en su intimidad espiritual permite que sean arrastradas a placeres extraños y perversos. Tener un contacto espiritual con otros que no sea a través del Espíritu Santo es muy peligroso, porque implica ejercer un poder que corresponde solo a Dios.
Cuando un ser humano engañado por su perversión, arrogancia, ignorancia y rebeldía se toma atribuciones de Dios sin ser Dios, los débiles caen seducidos por estos tocamientos prohibidos y se convierten en esclavos y acólitos perdidos para siempre. Por eso no debemos abrir nuestra alma, en oído, vista y tacto a seres extraños. Considere todos los tipos de fanatismos, perversiones, obsesiones y seducciones que pueda recordar. TODOS tienen el mismo esquema: no entienden razones, están atraídos ciegamente, su placer es tal que nada más les satisface, están amarrados y no tienen más voluntad que la de ser usados al antojo de su captor espiritual. Mencionan todo tipo de torpezas que implican sumisión y arrastre total. Viendo no ven, oyendo no oyen y pensando no entienden.
Los vicios caen en esta categoría. Las perversiones sexuales también, así como ciertas patologías psiquiátricas, obsesiones compulsivas por una organización, persona, objeto, ideal o situación tienen a estas almas enfermas de placer de sentir tocar “el cielo”, “el clímax”, “lo máximo” hacer “físico” todo pensamiento criminal también, el materializar su idea loca” “hacer realidad sus sueños”.
Por eso el Señor Jesús renunció hasta la muerte, porque el tacto carnal quería hacer de las suyas. Y por eso dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida”
Podemos hallar ciertos versículos al respecto:
Job 6:7 Las cosas que mi alma no quería tocar, son ahora mi alimento. Este versículo se cumple cada vez que la gente sin Cristo reflexiona sobre sus excesos carnales en cualquier aspecto, pero sabe que no depende de sí misma ya, es cuando sabe que hace mal y se hace daño, pero no tiene la cabeza fría para recordar que hay solución en invocar el nombre de Jesucristo. El dolor, la angustia, la amargura, la imperfección y la decepción desfilan en la conciencia, más en algunos el orgullo puede más y a pesar de eso la cauterizan y continúan en su camino a la perdición. Otros pocos dan vuelta de timón y buscan ayuda en Dios a través de Jesucristo, Señor nuestro.
Números 19:22 Todo lo que el inmundo tocare, será inmundo; y la persona que lo tocare será inmunda hasta la noche. Dios estableció reglas físicas para que Su pueblo procurase estar sin mancha en este mundo como un preludio a lo que sería más adelante. Lo que Dios no creó y no permitió es inmundo porque no tiene Su sello de calidad “bueno para el hombre”. Cuando un alma se esmera en hacer o tocar lo que Dios no permite se hace inmundo y si no se corrige se pierde y luego se condena.
Job 20:6-7: Aunque subiere su altivez hasta el cielo y su cabeza tocare las nubes, como su estiércol, perecerá para siempre; los que le hubieren visto dirán: ¿qué hay de él? En este versículo se describe el fin de todo hombre que no cuida el pudor de su alma de no tocar más de lo que debe. Nuestra alma natural tiene que tocar todo, aunque en Jesucristo hay prudencia y en el mundo, indecencia.
1ª Corintios 7:1: en cuanto a las cosas que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer. No es una prohibición, sino un anhelo a varones que deseen consagrarse enteramente a Dios y no porque sea pecaminoso o inmundo, sino porque sería un distractor en la misión espiritual. O díganme ¿qué soldado lleva a su mujer al cuartel o a la batalla para tenerla cerca y disfrutarla? ¿No es acaso tonto? O algún médico a su mujer la toma en plena consulta o cirugía ¿lo hace? Entonces, debemos comprender que nuestra mente y conciencia deben mantenerse puras y concentradas en los quehaceres espirituales y no añorar materializar placeres corporales.
Salmo 91:10: No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Promesa dada por el Padre al Señor Jesús en su misión evangelística y ahora extensa a nosotros por cuanto le confesamos. En lo espiritual, nuestra alma se guarda de querer tocar cosas corruptas fuera de la fe y con el tiempo con la guía del Espíritu Santo a decir no a todo intento de hacer caer en tentación.
Mateo 14:36: y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron quedaron sanos. En Jesucristo, es lo que debemos materializar y anhelar con fe tocar. No que Jesucristo sea visible, sino que nuestro testimonio sea el que Jesucristo es real a través de sus siervos que damos testimonio de él en palabras y hecho. Que nuestra alma desee tener contacto con nuestro Salvador en nuestro interior y tengamos comunión total con él dentro de nosotros en nuestro corazón. Esta es la fe que nos permite creer sin necesidad de tocar algo físico en la carne, pero sí se hace presente en lo espiritual.
Hechos 1:7: no os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad. En este versículo, el Señor Jesús pone un freno al alma ansiosa de querer saber todo sin freno o cordura. Con esto, se evita caer en las artimañas lingüísticas que estos seres del mal usan para atrapar incautos sobre misterios, profecías o revelaciones. Tener contentamiento y administrar lo que se nos da, es en lo que nuestra alma debe ocuparse.
1ª Juan 5:18: Sabemos que todo lo que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. En Jesucristo somos guardados de ser inmundos y que nuestra alma se empuerque en deseos mortales. Obviamente hay un crecimiento, pero tampoco es que caigamos en condenación, sino más bien en aprendizaje y disciplina. Así como nuestro amado Cristo no cayó en las tentaciones, promesa hay para nosotros si permanecemos fieles de también ser guardados.
En conclusión, amados hermanos y lectores, cuidemos que nuestra alma quiera tocar más de lo que le es lícito (en cuanto a lo que el nuevo pacto nos establece (no en lo que rudimentos humanos, falsos moralismos o religiosidades o libros mundanos) porque el tacto en el sentido espiritual es lo que más se batalla en controlar. Toquemos a Cristo en nuestra vida en nuestro interior, dándole toda honra, gloria, poder, majestad por los siglos de los siglos, teniendo comunión con él y él cenando con nosotros y nosotros cenando con él. Amén.
Que el amor, la sabiduría, la paz y la gracia del Señor Jesús sea en ustedes amados hermanos, amén.
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