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Editorial 473 - Ni Dios podrá (podría)…

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 27 may 2023
  • 3 Min. de lectura

Deseamos que el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de nuestro Señor Jesucristo estén en ustedes queridos lectores, amén.

Dentro de los ámbitos del libre albedrío y la predestinación está más que claro que el Hombre tiene completa libertad de decisión, dicción y acción en su vida, independientemente de si es creyente o no. La diferencia entre unos y otros es Jesucristo viviendo en nosotros o no. Creer en él o no.

Sin embargo, hay un límite de expansión de tal libertad, la cual no debería traspasarse. No que haya una señal de “prohibido” -aunque siendo honestos sí la hay- sino que cada quien es responsable de sus actos y cada quien será sabio o imprudente de no cruzar tal frontera. Esa señal son las leyes que están escritas para juzgar a los hombres en el día postrero, a todos sin excepción.

Y aquí entra el nuevo diferenciador -nuestro Señor Jesús- quien por su gracia jamás nos veremos en tal peligro de cruzar ese límite al contar con el Espíritu Santo que nos muestra qué hacer, a dónde ir y qué decir.

Pero los que no, ni se inmutan cuando traspasan el límite de su acción, opinión y deseo cuando al calor de su estulticia, soezmente someten a juicio la existencia de Dios, se burlan de Su poder y emiten palabras retadoras ante Su Majestad, tentándolo.

Artistas, deportistas, inversionistas, políticos y otros ciegos sordos guías de ciegos enfermos de maldad profieren palabras donde obligan a Dios a actuar en consecuencia tras importunarlo en las palabras: “ni Dios puede hacer esto”, “Somos más poderosos que Dios”, “Tenemos más fama que Jesucristo”, “ni Diosito nos puede derrotar”, etcétera.

¿Por qué meter a Dios en sus pecados, en sus obras, en su vida como un estorbo o enemigo a vencer? ¿Quién los fascinó o por qué se extasiaron en retar con toda su alma al Dios Vivo? ¿Cuáles almas, sino las contumaces, rebeldes y vasos de deshonra a lo largo de la historia caen fulminadas como moscas por su temeridad de proponer un duelo directo contra Su Creador? No tentarás al Señor tu Dios, dice la ley la cual nosotros, como ya se postuló con anterioridad porque en el Espíritu, estamos ajenos a su directriz debido a que no tenemos interés en traspasar tal mandamiento al ocupar nuestra vida en atender otros asuntos de mayor importancia.

La consecuencia es esta: la muerte, la humillación pública, la destrucción de sus palabras y hechos, enfermedad, miserabilidad o locura son algunas de las posibilidades para estas almas impías las cuales nosotros tenemos que estar alejadas de ellas, pues nada bueno tienen y, al contrario, son seres tóxicos, contaminantes y anti vida.

Amados: en cuanto a nosotros tenemos que ser siempre prudentes y no dejar que la víscera domine nuestra lengua y proferir impropiedades. Nosotros poseemos freno, ellos no y así debe ser. Jesucristo jamás tentó al Padre y nosotros tampoco. No provoquemos a estas almas solas a que tienten a Dios, si vemos necedad y estupidez en sus dichos y actos, cerrar la boca y alejarnos. Escrito está que no es correcto corregir al necio. Si pecan, ha de ser en su propia libertad de decisión de hacerlo y no porque alguno de nosotros los lleve a realizarlo, pues en ese caso el pecado también es para nosotros, pues sabiendo hacer el bien no se hace y sabiendo lo que es el mal se hace cualquier forma, y esto es el principio de la contumacia.

Que el amor, la gracia y la sabiduría de nuestro Señor Jesús esté en ustedes, en su espíritu, amén.


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