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Editorial 468 - ¿Dónde estabas, Dios?

Que el amor, la paz y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes, amados hermanos, amén.

Muchas causas pueden darse para explicar por qué existe un ateísmo o negación de la existencia de Dios. Francamente es un embuste más del diablo, quien se interpone entre el Hombre y Dios al hacerle creer o pensar que “todas las religiones son lo mismo”, “todas las religiones son engaños”, “no existe Dios porque nunca estuvo ahí cuando lo necesité”, etcétera.

Al respecto de este tercer pensamiento -como ya vimos en el anterior editorial sobre el amor, la libertad y justicia de Dios-, el ser humano es responsable de sus actos, sea creyente o no. De modo que culpar a Dios por nuestros yerros resulta irresponsable.

Para empezar, ¿cómo era la relación de tal persona con Dios previo a algún suceso grotesco o terrible en la vida de esa persona?

Si la respuesta es: “O sea, sé que existe, pero Él es bueno y ‘tiene que cuidarme’ porque para eso es Dios” la respuesta es: ¡Oh no! Dios ya dio vida, salud, inteligencia y ciencia, además de dones, como está escrito, está el amor implícito al no quitarle el hálito de vida por sus otros pecados (por no decir paciencia) y por si fuera poco, dio a Su Hijo Jesucristo para que solamente crea en él y así pase de ser criatura a ser un(a) hijo(a) más de Él. ¿Desea más de Dios, por no decir, todo a cambio de nada? Es que se abusa de la misericordia, se tienta al peligro y se decide arriesgarse y todavía neciamente se le pregunta “¿Dónde estabas Dios?”.

Amados hermanos, hay diferencia entre el ser humano natural inconverso y el que se edifica en Cristo. Jesucristo nos enseña a cómo vivir fuera del peligro natural y en todo caso el enemigo mete dificultades y aflicción para intentar disuadir, pero ahí es donde está Dios, al cuidado de Sus hijos.

Contra los pecadores, perros, perversos, cerdos, incrédulos opositores suyos obviamente no está, si bien les tiene paciencia por el amor que tiene, llegará el tiempo que su propia maldad los matará.

La naturaleza como ley impuesta de Dios es sabia e inapelable para el hombre no creyente. Se cumple perfectamente y la selección natural existe para los tontos, ingenuos, imprudentes, poco avezados y fatuos y aquí se incluye al resto de especies. Si no hay prudencia está el maleficio. Es aquí donde otros preguntan ¿Dónde estabas, Dios? y no preguntan: ¿Cómo estoy con Dios para que me haya pasado esto? Esta es la pregunta a formularse ¿Qué mal he hecho que Dios no evitó esto en mí? ¿Por qué si Dios es bueno, amor y misericordioso permitió esto? ¡Pregunte eso! Cuestiónese su relación con Él: ¿Cree en Él realmente o solo le piensa ocasionalmente? ¿En verdad le invoca de corazón a Él o solo reza a falsos dioses? ¿Sigue su mandato de oír y obedecer a Su Hijo Jesucristo? ¿Piensa que por solo vivir a su gusto y modo ya Dios “tiene que cuidarlo” y usted no lo honra, invoca o conoce?

Para decir “¿Dónde estabas Dios?” hay que entender que “¿Por qué no te he dejado entrar en mí?” ¿No es el mismo ser humano quien lo rechaza? ¿No es la misma persona que solo le recuerda para reclamarle en lo malo, pero en los buenos tiempos ni por un picosegundo le reconocen Su misericordia?

Es, además de injusto, soberbio y contumaz, creer que por estar vivos Dios ya tendría que estar al tanto sin pagar las consecuencias de los actos o dichos hechos.

Y para quienes digan: “pero yo soy víctima, a mí me pasó esto, ¿por qué me pasó esto?” es que al no estar protegidos por el amor de Cristo y la inteligencia del Espíritu Santo son presa de la ingenuidad y la ignorancia de la maldad.

Cada caso individual tiene su propia respuesta, la cual sólo invocándole verdaderamente en el nombre del Señor Jesucristo puede darse contestación; no obstante, mientras no se haga de este modo, los incrédulos no pueden ni deben esperar más ayuda o protección que la gracia y misericordia que Dios ya les da de antemano.

En cuanto a los creyentes del Señor Jesús, la ley de la libertad y el dominio propio nos rigen y por eso vivimos diferente a los incrédulos como ya leyó anteriormente.

Que el amor, la paz, sabiduría y paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu amados hermanos, amén.

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