Amados: que el amor, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo sean plenos en ustedes, apreciables lectores, amén.
El título corresponde a una muy precisa instrucción dada por nuestro amado Señor a Pedro, pero que muchos pastores no leen puede aplicarse a este ministerio. El presente es una autocrítica sobre lo que es el ejercicio del pastorado basado en el texto de nuestro Señor Jesucristo que dice: “apacienta mis ovejas” y no: “pastorea mis ovejas”. Hago referencia al hecho de que los hermanos quienes ejercen este ministerio deben entender que ellos no son alguien para imponer dominio y autoridad terrenal sobre los hermanos, no bien así la espiritual que esa sí la tienen porque para eso están.
Los pastores apacientan las ovejas de su Señor, no rigen su vida como jeques o tiranos.
Un apacentador es una persona que se dedica a supervisar y a vigilar que las ovejas pacen en cierto entorno sano, donde el pastor que sabe cuál pasto deben comer las ovejas, pues esa es la labor a realizar.
El pasto es la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo y no puede el apacentador dejar que las ovejas coman leuda o doctrina, palabra extraña que no confiese a Jesucristo en forma de maleza. Ante una desatención debe dar varazos en las patas de las ovejas para indicarles sobre cuál pasto comer -no comer maleza ajena o plantas venenosas- para los creyentes recién convertidos y en cuanto a los adultos espirituales, que sean cabales en la procuración de un ministerio o rol dentro de la iglesia, pero no imponer reglas humanas. Es cuidar lo que se ministra en las congregaciones y en el mundo para que no se contaminen de corrientes diabólicas y las quieran infiltrar en la congregación.
Entonces, supervisa y vigila, no impone y da reglas sobre las que ya están. Debe, por tanto, seguir las indicaciones que el Pastor YA PREFIJÓ, pues el único Señor es Jesucristo y el único Pastor es Jesucristo. Somos empleados por él y para él, entre tanto que él viene. Las ovejas no son nuestras en el sentido que nos pertenezca, sino que están a nuestro cuidado.
Que el amor, la gracia, la paz y la sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sean en ustedes amados lectores, amén.
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