Que la paz, la gracia, sabiduría y el amor de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes en su espíritu, amados hermanos, amén.
A veces, hermanos, es necesario que entreguemos algo de nosotros: tiempos, paciencia, energía, recurso económico para solventar algún asunto del Señor en la forma de apoyo, sacrificio o emergencia.
Recordemos que en Efesios se escribe por medio del Espíritu Santo que las buenas obras Dios las preparó de antemano para que sean hechas. Por tanto, si por causa de la fe, del amor a Cristo y de la obediencia hay que ceder ante alguien, hay que hacerlo gozosos y en todo caso, ser discretos en cualquier comentario de reclamo o sentimiento de injusticia. Esto porque eso que cedemos no es nuestro, pensamos que lo es pero no, es del Señor para apoyar a alguien más y somos el medio e instrumento adecuado para la honra de su gloria.
Ceder para el Señor es un ejercicio continuo una vez aprendido.
No podemos nunca albergar en nuestra conciencia que somos el origen o depositarios de la verdad, de las cosas materiales o del poder.
Solo somos almas aprendices en ser perfectas ante el Padre quien es el Dios de todos los espíritus.
Esta acción, amados, fue enseñada en no pocas veces por nuestro Señor Jesucristo, y es menester seamos más que él en ese aspecto, porque no olvidemos que quien nos restaura es el mismo Padre a través de Su Hijo.
Amados, ceder para Cristo será muy bien recompensado. Tener a Cristo de nuestro lado significa que en la eternidad nos será retribuido todo aquel tesoro corruptible en tesoros incorruptibles. Tan solo hacer por fe, en amor y con plena esperanza de servir a Aquel que murió en la cruz por nosotros.
Que el amor, la fe, gracia y sabiduría sea en todos nuestros amados lectores, en su espíritu, amén.
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