top of page
  • Foto del escritorCuerpo Editorial

Editorial 454 - Cómo orar

Esperamos que el amor, la gracia y la paz de nuestro amado redentor Jesucristo, Señor, Salvador y Maestro esté en su espíritu. Amén.

A lo largo de nuestra historia como peregrinos somos convencidos por el Espíritu Santo de adoptar muchos conocimientos y doctrinas orientados a agradar a nuestro Padre Celestial por medio de la obediencia al Señor Jesucristo viviendo en nosotros.

Esto con el firme propósito de ser testigos fieles, testimonios vivientes, hijos de la luz y sal de la Tierra por cuanto le confesamos, le creemos y le seguimos. Muchos ordenamientos hay, mandamientos también los cuales son carga ligera porque nuestro Señor Jesús ya cargó una sola vez por nosotros todo el peso de la ley y murió por nosotros con nuestros pecados en él en aquel madero en las afueras de Jerusalén.

En esta ocasión, le ha parecido bien al Espíritu y a un amado hermano de nosotros tener este tema: cómo orar. Según el país desde donde se haya nacido tiene alguna cultura o civilización previa que seguía un rito de invocación a las deidades locales y al mezclarse con la religión de estado católica traída por los españoles (al menos en todos los territorios conquistados por esta nación europea) se tiene una tradición religiosa, un método de control, un argumento limitado y una nulidad en su efecto por cuanto no siguen con los estándares marcados por Dios.

En consecuencia, el orar implica una comunicación verbal íntima con el Padre, a través del mediador nombre dado a los hombres, Jesucristo y en línea con el Espíritu Santo como medio.

La escritura es clara: el destinatario de los mensajes específicos salidos del corazón es el Padre, quien desea que le reconozcamos como tal. También puede invocarse directamente al Hijo, llamándole Señor Jesucristo y reconociéndolo como Señor, Salvador y Maestro. Nadie más es objeto de invocación porque fuego extraño enciende y es abominable a los ojos de Dios.

Luego el objetivo o propósito de invocación es expresar con el corazón en la mano y con toda la fuerza que nos da la fe en Jesucristo alguna situación, asunto, anhelo o personas implicadas en esto. No hay restricción en la invocación siempre y cuando tenga sentido, sea coherente y esté basada en una realidad.

Después en el contenido, verter todas y cada una de las situaciones en mente a exponer ante el Padre: apoyo en una problemática interna o externa; guía en la toma de decisiones; protección y perdón de fallas; solicitar sanidad; petición de favores o privilegios por sobre los del mundo; rogativa por las almas no creyentes todavía sean tomadas en cuenta de que sean salvas; paz a quien ruega o fortaleza en momentos difíciles; pedir por sabiduría, inteligencia o ciencia en una situación de ignorancia para tener gracia y no quedar avergonzados; agradecimiento por todo lo hecho hasta el día de hoy y proveerle alabanza al proclamar atributos o dominios del Padre o del Hijo entre otras cosas más.

Luego, en el cierre de la oración debe expresarse, conforme a lo escrito en la carta a los Filipenses, acciones de gracias porque se tiene la fe para que el Padre obre en Su tiempo y forma nosotros tengamos paz para saber esperar tal resolución. Debe encomendarse todo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, so pena que la oración no sea escuchada.

No podemos orar cuando tengamos asuntos pendientes con otros hermanos: disgustos, contiendas, desaprobaciones y envidias porque nuestra oración queda bloqueada, tiene que existir una fraternidad real y leal por amor a nuestro Señor Jesucristo. Y toda oración sellarse como última palabra “amén”.

Un ejemplo, además del Padre nuestro en el evangelio puede ser:

“Padre Santo: te invoco en esta hora para dar gracias porque siempre estás con nosotros y conmigo, ruego Padre amado en el nombre de nuestro Señor Jesucristo tengas cuidado de mi en este asunto (…) porque conozco y sé que solamente Tú puedes hacerlo por mí para testimonio y ayuda de parte tuya. He aquí que en el nombre del Señor Jesucristo perdono a todo aquel que me haya causado algún agravio y declaro que nadie me debe nada, por amor a Ti y en obediencia a nuestro Señor además de hallar perdón y gracia delante de Ti en mis propios yerros. Declaro que tengo mi fe volcada en Ti y sabré esperar en tu salvación, guardo mi corazón en Cristo Jesús para albergar paciencia y esperanza y te doy gracias porque sé que me oyes. Sean a Ti, Padre, acciones de gracias dadas porque nos atiendes y procuras de salvación por amor a nuestro Señor Jesucristo. Al Todopoderoso y Sabio Dios y al Hijo sea toda la honra, gloria, poder y majestad por los siglos de los siglos, amén.”

Y ejemplos hay más, pero será en otro editorial que se expliquen a detalle, según revelación por el Espíritu Santo, por lo demás, deseamos que la paz y la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en todos ustedes, en su espíritu, amén.



Kommentare


bottom of page