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Editorial 448 - El alma como tesoro inconmensurable

Que el amor, la fe y la gracia de nuestro Señor Jesús esté con ustedes, amados, en su interior, amén.

Sobra decir que lo que Dios busca rescatar de su máxima creación es el alma, pues es la extensión Suya en cuanto a materia espiritual se refiere, contenida en la materia viva que es la carne. La carne existe porque es poseída por un alma, tiene conciencia porque el alma tiene mente y maquina porque el alma profesa sentimientos. La carne peca porque gracias al engaño al alma esta se deja seducir por la concupiscencia de querer ser Dios, pero el alma tiene la presciencia de la existencia de Dios.

Esto porque el alma sabe que no se creó a sí misma y origen tiene anterior a su conciencia. Es por eso que la falsa ciencia investiga el origen de las cosas, porque afanosamente trata de encontrar -bajo su propio autoengaño disfrazado de conocimiento- la respuesta por fuera de ese molesto “concepto religioso” llamado Dios.

Pero mientras cierta materia espiritual se denigra en pos de su propia perdición, hay otras almas, esencia espiritual que oye ese llamado a buscar al Creador, quien puede dar respuesta, sentido, dirección y propósito a su existencia. Estas almas logran tener una conexión real, aunque intangible, ante el Todopoderoso Dios.

El modo es Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho carne cuya alma es quien nos habla del Padre, el Dador de vida. Por eso el Señor Jesús nos conoce, pues él también experimentó el proceso de tener un alma dentro de un cuerpo hecho de carne y hueso. Pero los necios e indoctos desprecian eso y se pierden en detalles irrelevantes.

El alma es necesaria para poblar el cielo nuevo y tierra nueva que ya existen pero que falta tiempo para que se manifiesten. Es una nueva realidad donde la carne no será necesaria, sino un cuerpo espiritual proporcionado por Dios y así tanto Él como nuestro Señor Jesucristo conviviremos de una manera presencial y más directa y ya no indirecta.

Que el amor, la gracia y la fe de nuestro Señor Jesucristo sean plenos en ustedes, amén.






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