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Editorial 447 - Los Salmos y su función en la iglesia

Amados en Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro: gracia, paz y sabiduría sea a ustedes en su espíritu, amén.

Muchos hermanos nos deleitamos cuando entonamos salmos en las congregaciones con algún ritmo musical, leemos tales palabras en nuestra lectura de la escritura o las recitamos cuando vienen a nuestra memoria. Estos poemas inspirados por el Espíritu a sus diferentes vasos de gloria no son más que cartas de amor de un Padre, Quien le escribe a Su Hijo el cual, por amor y obediencia, deja Su Presencia para cumplir su función de buscar y hallar lo que se había perdido.

Prácticamente toda la hermandad no se detiene a meditar y pensar el propósito de lo escrito en los Salmos. Solo se contestan diciendo que son obras maestras de David, Masquil y otros. Se enfocan en que fueron escritos en los tiempos de los antiguos reyes y magnifican la época, como si esta tuviese alguna injerencia o importancia.

La profundidad del Espíritu indica que estos mensajes fueron para que nuestro Cordero que fue inmolado tuviese mensaje de esperanza y paz, fe y fortaleza.

Jesucristo, al ser el Hijo del Hombre, perdería toda comunicación directa con el Padre al ser materia terrenal (carne). Tendría que someterse a las reglas de la naturaleza, pues Dios no podría hacer excepciones, ni siquiera para Su propio Hijo, para no dar lugar al acusador de calumnias.

Entonces, desde hace tiempo Dios consagró hombres para que redactasen estas palabras en forma de verso para que las generaciones del pueblo amado supieran que el Cristo vendría, el Mesías estaría entre ellos y Dios nuevamente los visitase a través del Heredero, el Príncipe de Paz. Entre los antiguos, sólo quienes eran de fe proba entenderían que eran profecías del tiempo de su visitación. Eran un complemento a lo dicho por los profetas que el Cristo habría de sufrir y padecer con tal de forjar una salida -a costa de su propia vida- para que la Humanidad, empezando por los entonces escogidos, accediese a una gracia perfecta y salvación y reconciliación con el Creador.

Pero como en ese entonces como ahora, se enclaustran en los ritmos, melodías, voces y acordes y no en el mensaje. Se afanan por las ventas y alcances mercadológicos.

Piensen por un momento que están en los tiempos de Cristo. Sin nada más que los rollos y su porción del Espíritu, el Hijo añorando la Presencia de su Padre. Leía Cristo tales letras y así como el ciervo clamaba por su Dios. Se conmovía nuestro Señor tener tanta limitación de comunicación y el Padre le dejó estos escritos. Y el Padre, desde Su Trono, ve la diestra vacía. Desde la gloria contemplar el quehacer de Su Hijo. ¿Qué padre no sufre ver y saber y vivir que su hijo o hija está lejos, a merced de tantos enemigos, en una misión de alto calibre? Así el Dios vivo, por amor a su Creación detenerse para que con las reglas de la naturaleza caída jugar y vencerlas para que el Hijo sea Señor de todo. Ver a Su Heredero azotado, abofeteado y muerto con horrible muerte de cruz como si fuese malhechor ¿Quién podría soportarlo? Solo el Padre.

Por eso, amados, los Salmos son cartas del Padre para tener contacto con Su Hijo mientras está ausente. Ahora cuando los leamos, al ser hijos de la gracia por fe, tenemos que interpretarlos de manera similar, pues ahora Cristo sabe de nuestra penosa realidad y con la ayuda del Espíritu salimos adelante, así como él cuando tomó la forma humana. Mediten en cómo se sintió nuestro amado Jesús de Nazaret después de leerlos. Y en ese tenor, aprendan a interpretar lo espiritual del amor y no en la melodía o métrica.

Que el amor, paz y gozo del Señor Jesucristo sea en ustedes, amén.





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