Editorial 446 - La enfermedad
- Cuerpo Editorial
- 19 nov 2022
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Que el amor, la paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, en su espíritu, amén.
Dentro del equilibrio dual en muchos aspectos hoy hablaremos del equilibrio salud-enfermedad que interviene tanto en el aspecto físico de la carne como en el entorno espiritual del alma.
Al respecto del primer aspecto, diremos que las enfermedades de la carne tienen un propósito biológico, natural, de selección y también como herramienta de justicia, testimonio y poder. Como sabemos, la carne es depositaria del pecado al haberla Dios usado como cárcel permanente y de esta manera esta infección de la Creación no cunda a lo que no se ve en lo espiritual. La carne tiene el poder intrínseco del libre albedrío, tras lo cual cualquier hombre, pudiendo por sí mismo elegir servir a Dios por encima de sí mismo jamás lo hará debido a esa conciencia del “yo” quemada por el pecado con el cual se nace, aumentando la maldad siendo el fundamento del pecado.
Por tanto, la enfermedad funciona como contrapeso espiritual de este amor hacia la carne concupiscente, para que se recuerde que hay un Dios Todopoderoso y en ese tenor las almas ordenadas para salvación toman conciencia y con la fe de sanación invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo y son sanas y salvas.
Inclusive, la salvación es una especie de sanación del alma, pues pasa de muerte a vida y de un estado de inconsciencia a uno de inteligencia y percepción espiritual del medio. Hay enfermedades de muerte, donde no se cura la carne porque funciona para trascender: entre los hijos de Dios para por fin disfrutar el goce del paraíso y entre los incrédulos para dar pago a su pecado de no confesar el Santo nombre de Jesucristo; hay enfermedades de tiempo porque es necesario ser testimonios de paciencia, fe y poder de dominio propio entre los creyentes y para los que se aferran en luchar contra Dios se dan debido a una soberbia constante en su interior; hay enfermedades pasajeras pero fuertes como medio de disciplina y llamado de alerta entre los hermanos en Cristo y para los que no creen son cuestiones de desdichas por su ignorancia e ingenuidad. Todo lo anterior para sojuzgar a la carne y hacer conciencia espiritual.
Sin embargo, cuando la enfermedad trastoca el alma mediante la ejecución de ciertos pecados (idolatría, mentira, odio, rebeldía y soberbia) ya ésta alma se constituye en enemiga de Dios, siendo muy difícil retornen al camino de la salvación, o bien, Jesucristo para su desgracia esté oculto a sus ojos por su ceguera, cerrazón e incredulidad.
Por tanto, el efecto de la enfermedad del alma es peligrosísimamente letal y siempre el Señor Jesús nos advierte que no dejemos que el amor se enfríe entre los hermanos y tampoco la fe se diluya en la iglesia.
De modo que, hermanos, cuando experimentemos enfermedad demos gracias a nuestro Padre por ello, pues propósito espiritual hay y debemos encontrar tal motivo: naturalidad de la vida misma (edad, condición previa hereditaria), testimonio, nos libra de un mal peor, disciplina y Voluntad para partir de este mundo. Entre nosotros está que el Espíritu Santo siempre nos avisará acerca de nuestro momento de partir. En el mundo, no es así.
La sabiduría espiritual de Dios abarca todo aspecto de nuestra vida, también la enfermedad. No actuemos como iletrados, no hablemos soezmente y no dejemos que la carne aflore en malos pensamientos y maledicencias, pues es débil y no le gusta sentir dolor o ser sojuzgada.
Que el amor, paz y sabiduría del Señor Jesucristo sea en ustedes, amén.
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