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Editorial 444 - Muertos celebrando muertos.

Foto del escritor: Cuerpo EditorialCuerpo Editorial

Que el amor, gracia y sabiduría de nuestro Señor Jesucristo esté en su espíritu hermanos, amén.

Por obra, gracia y voluntad palpable de nuestro Padre celestial, tuvimos la situación de haber nacido en los contornos de los Estados Unidos Mexicanos. Este país tiene un altísimo grado de espiritualidad, enfocándose desde sus primeros pobladores de adorar a todo lo que considere sagrado. No es como otras naciones: incrédulas unas, bélicas otras, tampoco de holgazanes como otras ni comerciante como algunas.

Pudiendo ser una virtud, si fuese nación de Jesucristo, resulta ser “siempre fiel” a lo que no es adorar a Su Creador. Por tanto, es idólatra y tan pecadora como el resto. De hecho, de nada sirve tener conciencia de “alguien superior sobre nuestras cabezas” si se enfoca a satisfacer las más bajas pasiones demoníacas (cultos, sectas, religiones y creencias diversas), pues el hombre, ávido de tener deidades ajenas a Dios y en contubernio con satanás tienen una horrorizante variedad de estilos para injuriar el nombre del Santo Dios y Padre.

Una de tantas es adorar en cierto día a los muertos, a la muerte, a su existencia y a su inevitabilidad en esta dimensión. Olvidan los ignorantes propagadores, los crédulos estultos y los religiosos mentirosos que la muerte en sí, es un estado: NO ES UN ENTE VIVO. Incluso la personifican con un esqueleto humano o una calavera (la muerte no es humana, es un estado espiritual sin forma) y la colorean, vitorean y le rinden pleitesía, su género es femenino, hacen coplas y canciones y hasta usan la extinta realidad de los ya fallecidos, como si pudiesen cruzar este portal espiritual. Por si fuera poco, una de las madres de pecado, perversión y mentira -la casa creadora de caricaturas y películas yankee- ha dado rienda suelta a más estafas espirituales y ahora no solo nuestro país, sino todo el mundo, se vuelca en dar importancia a algo que no es Dios.

Es sumamente vergonzoso que muertos (espiritualmente) adoren muertos (trascendidos prácticamente la totalidad a la condenación eterna).

¿Qué pasaría si un muerto llega desde su oscuridad en el Hades en este día? Sin duda, les diría: “¡Dejen estas tonterías! ¡CREAN EN EL SEÑOR JESUCRISTO! ¡No quiero que sufran como yo ahora!”. Pero previendo esto, tanto el Padre como nuestro Señor Jesucristo en Lucas 16:19-31 establecieron un control dimensional acerca de las almas ya separadas de su cuerpo.

NO PUEDE un muerto venir a degustar alimentos. No puede un muerto venir a “platicar” con los vivos. Y si un muerto “está en un mejor lugar” ¿para qué venir al mundo donde sufrió y padeció? Además, sus descendientes habrían cambiado y estaría ajeno a la nueva realidad.

No es a través de los muertos en que Dios quiere que sea predicado Jesucristo, pues escrito está que los muertos sin Cristo desde ya padecen en llamas que los atormentan, sino de los enviados que tiene Su Hijo Señor nuestro en toda la Tierra.

No es posible evitar el destino mortal de quienes pierden su vida por adorar cosas malignas y perversas. Y quienes se fueron engañados no pueden advertir de su craso error a sus congéneres. De modo que es menester, responsabilidad y obligación de los muertos espiritualmente hablando en esta vida vuelvan a la vida creyendo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

¿Así de perversa y retorcida es su mente que prefieren adorar lo que no saben, la muerte, que adorar al Autor de la vida? Por esto y muchas cosas más, la nación en la que vivo es sojuzgada y no puede salir de cierto punto, porque es copartícipe de la maldad que se reproduce.

¡Oh, Padre de los vivos! ¡Oh, Hijo que da la vida gratuitamente! Si bajo Su gracia y misericordia mi nación terrenal volviera su mente, corazón y alma a Ti, oh Dios, “otro gallo nos cantara”.

Que el amor, la sabiduría y gracia del Señor Jesús sea en todos ustedes, amén.


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