Que el amor, gracia y sabiduría del Señor Jesucristo sea en ustedes amados creyentes. Amén.
Amados hermanos, ya hemos tocado este tópico antes, pero consideramos es necesario retomarlo, sobre todo porque no debemos ser ociosos en nuestro quehacer espiritual. Como cada nación, ciudad, territorio, cultura, familia y nuestra personal forma de saludar tiene una característica o particularidad, en el ámbito espiritual no es la excepción y en este caso es formalidad, no moda o capricho.
Desde los salmos (Salmos 122:8), la paz es el deseo del corazón sincero hacia el prójimo en su realidad. De hecho, este salmo es una expresión que Jesús sintió cuando iba a Jerusalén, no por la ciudad sino porque estaba el templo de su Padre. A él le regocijaba estar cerca de Él (aunque en ese entonces ya no estaba Dios en el edificio debido a la rebeldía del pueblo y porque era el momento de Su Hijo). En los evangelios se reafirmó con nuestro amado Señor Jesucristo. En Juan 14:27 nos dejó su paz para expandirla unos a otros. En Mateo 10:13 confirma que somos embajadores de la paz, sobre todo si estamos en ministerio. Cuando tenemos fe cierta en nuestro Salvador, la paz de él está en nosotros plena.
Por eso, nuestro testimonio es saludarnos con la paz del Señor Jesucristo como mensaje de vanguardia. “La paz sea contigo”, “La paz del Señor Jesucristo sea en tu espíritu”, “Paz de Cristo en ti” son frases que debemos aprender a decirlas con amor, sinceridad, humildad y recato. Para nada son expresiones banales o de sociedad, sino de amor familiar espiritual.
Y la respuesta natural dictada por el Espíritu Santo: “¡amén!”, “Amén, la paz de Cristo sea contigo también” “Amén, que la paz del Señor Jesucristo sea en tu espíritu” para cortar de tajo el hipócrita “shalom” o bien el frívolo y grosero “igualmente”.
Hermanos, por el Espíritu Santo es necesario decir que “Dios te bendiga” es del mundo, del enemigo que busca confundir, porque nadie en la escritura lo dice, sino el dogma vaticano. No representa una frase de poder porque nosotros no somos ajenos a Dios, sino que es nuestro Padre por gracia de nuestro Señor Jesucristo. Así pues, declarar esto equivale a decir “Dios alguna vez te bendecirá, yo no” como echando la responsabilidad a Dios y nosotros lavarnos las manos.
Nuestro hablar es Cristo, no el mundo.
En cuanto al igualmente, es una frase propia de la etiqueta mundana y tampoco tiene origen espiritual. De modo que, contestar a una salutación de índole espiritual cierra y cancela todo intento de enviar amor, paz y fe a los hermanos. Es cerrar el corazón al evangelio y al buen testimonio. Es un empeño férreo por desobedecer.
Amados, no seamos reacios, sino más bien seamos fraternos y dejemos que el amor, la fe, esperanza y la verdadera bendición del Padre pase entre nosotros desde la propia salutación. Somos diferentes y opuestos al mundo ¿Para qué ser iguales?
Que el amor, paz y gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes en su espíritu, amén.
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