Amados de Dios y de Cristo: que el amor, la gracia y la sabiduría de nuestro Salvador, Señor y Maestro sea en ustedes, en su espíritu, rebosante, amén.
El mundo llora y se convulsiona porque gente “importante” deja de existir en esta realidad y ese dolor de verse extraídos y no poder evitarlo hace que sientan esa frustración de no vencer a Dios y al destino de toda carne.
En esta ocasión, además de “artistas” promotores del pecado falleció un personaje representante cuya forma de gobierno es medieval, arcaica y es degenerada la percepción en cómo Dios los unge. Al término de sus días ya están los protocolos establecidos y se unge al nuevo rey, cuya facha es reflejo de la realidad del hombre. Ego, desprecio, inutilidad y que de Dios poco tiene en su accionar.
Hay de reyes a reyes, porque mientras tanto los nacidos de mujer en esta tierra y cuya esencia es mortal, aquel quien nació también de mujer, pero murió y fue alzado a los cielos por el Padre mismo ahora reina con gran poder y su legado es amor, obediencia, humildad y fe. Estos imitadores son sacos de anti valores y suciedad de testimonio.
Nuestro Señor Jesucristo da cuenta de que es genuino rey: es humilde, pues anduvo entre los suyos. Comió con ellos, habló y se preparó para la misión de conseguir ciudadanos para su nueva Patria y reino. No como el mundo lo concibe sino como Dios lo planeó y diseñó: no hay castillos, no hay ejércitos ni espías; no hay esclavitud ni vasallaje: solo libertad. Mientras que un rey aquí requiere dar golpes de autoridad más de una vez, Jesucristo una sola vez lo hizo: muriendo en la cruz.
Luego, vendrá a reclamar lo que por derecho divino (este si es ungido por Dios y no por falsos representantes del Creador) es suyo y reinará no por 70 años, sino por 1,000. Nuestro Rey y Señor es el único que merece toda pleitesía, reverencia de continuo, inclinar cabeza y rodilla y tan solo lo que pide es que demostremos lealtad obedeciendo sus dichos y mandamientos.
Dejemos que la hipocresía se quede con el mundo. Nosotros, como hijos del Altísimo por gracia del Señor Jesucristo, Salvador nuestro, hagamos los honores correspondientes siempre a aquel quien dio su vida por nosotros, retomó su vida y ahora desde los cielos nos lleva al Padre, sabedores que le conoceremos tal cual es y jamás tengamos preocupación de que su reino acabe.
Que el amor, la paz, la esperanza y gracia de nuestro Señor Jesucristo, el poderoso Unigénito Hijo de Dios sea en todos ustedes amados hermanos, amén.
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