Que el amor, la gracia y la sabiduría de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén.
Mucha gente indocta cree que nuestra fe es igual a lo que se practica en las religiones actuales del mundo, esas que mal usan el nombre de Jesucristo para sus propios proyectos.
Lo que no saben (porque como están muertos espiritualmente confunden todo) es que la fe es algo que no es visible, tangible o comestible. Resulta, amados hermanos, que este tesoro invaluable de nuestro Padre es exclusivo para Sus hijos dispersos en todo el planeta. No podemos olvidar esta premisa y verdad suprema. Aunque pensadores, teósofos, teólogos, agnósticos, gnósticos y místicos pretenden crear ideas, frases, ideas, pensamientos donde se revuelva y una lo celestial con lo mundano, lo cierto es que el Espíritu Santo es el diferenciador entre un embuste espiritual y una doctrina de poder.
Cuando el Espíritu toma control de la vida de un creyente, este deja de hacer caso a religiosidades, costumbres, maneras y formas agradables al mundo y comprensibles para las mentes simples. En cambio, oye la voz de Dios y procura complacer a Aquél a quien tiene por Padre, así como los hijos en esta Tierra cuando obedecen son motivo de orgullo a sus progenitores biológicos.
Por tanto, amados nuestros, la comunión íntima con Dios es cuando nos enfocamos a complacerlo por acción de amor y voluntad alegre y dispuesta. Es considerarlo como Padre (además por supuesto como Dios Creador y Misericordioso) y en consecuencia hacerlo feliz cuando escuchamos, entendemos y practicamos la palabra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
El Señor y Padre espera de nosotros lo mejor. Sabe que no fuerza a nadie, pero sí insta a que seamos fieles de nuestro Señor Jesucristo. Está en nosotros querer complacerlo dejándonos guiar por el Espíritu. Hermanos: no es difícil, no se requiere mucho conocimiento, tan solo fe y amor.
Que el amor, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén en su corazón, preciosos hijos del gran Dios Vivo, Amén.
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