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Editorial 430 - ¿Por qué leer el Nuevo Testamento?

Que el amor, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo sean plenos en todos ustedes amados, hermanos en la fe, en su espíritu, amén. Los hermanos en el noreste de México los saludamos con afable ósculo santo y con el debido abrazo fraternal por el Espíritu esperamos que sigan leyendo estos escritos, no porque busquemos fama o notoriedad, sino porque nuestra mayor preocupación en el quehacer espiritual es que el evangelio del Señor Jesucristo sea esparcido de la manera más pura posible.

Somos empleados y jornaleros de Aquel que nos salvó con su muerte; fieles colaboradores suyos y emisarios de su verdad, palabra de aliento, vida, salvación y consuelo. En virtud de lo anterior, la exhortación hoy es que leamos el Nuevo Testamento por sobre otra escritura, escrito o documento, puesto que no hay mejor revelación que la que Cristo nos enseñó y luego, por medio del Espíritu Santo, por boca de los apóstoles quienes dejaron reseñas escritas de lo que debemos cuidar.

No es que invalidemos el antiguo pacto, sino que ese pacto ya no es vigente. Lo de hoy, para nosotros, es lo que Cristo vino a predicar. Escuché decir de alguien que Cristo era judío y vino a los judíos y practicó el judaísmo. Miente tal persona, porque el judaísmo es la clarificación de la Ley dada a Moisés para sustento maldito de los que controlan y manipulan multitudes con ese sofisma. Jesús vino a cumplir la palabra de Dios dada a los antiguos, no a validar el sistema religioso porque de otro modo ¿por qué los confrontó llamándolos falsos guías, impostores, rebeldes y serpientes? De haber cumplido con el judaísmo, fuera ordenado sumo sacerdote y hasta el día hoy nos hubiese mandatado expresamente: “sigan la ley y los profetas”.

Pero no, él obedeció al Padre y solo al Padre en lo que le fue encomendado y por eso lo mataron. Luego el Padre lo resucita y dejó ordenado expresamente: “a él oíd”:

¿Dónde está escrito todo lo que Jesús vino a decir? En los cuatro evangelios se demuestra su existencia y su misión, luego se habla de él en todas las cartas epistolares. Entonces ¿Por qué debemos leer el Nuevo Testamento por sobre otro contenido? Porque lo que necesitamos saber para hacer y obedecer como él obedeció cuando estuvo en este mundo está en este tomo de libros. ¿Y los salmos y proverbios? En este caso, el Espíritu Santo me ha revelado que los salmos también son palabra de Dios todavía aplicable en el estricto sentido que nos muestra el amor de un Padre hacia Su Hijo en el exilio; el clamor de un Hijo hacia Su Padre y Dios a lo lejos, que no le olvide y le ayude.

En cuanto a los proverbios, son leyes a los hombres, que por el Espíritu se cumplen per sé y no hay necesidad de recitarlos o enseñarlos como dogma. Son escritos que serán usados contra los incrédulos y para los que vivimos por el Espíritu son el ABC. Lo demás, es historia.

¿Y qué acerca de otros textos? Como dice el Espíritu a través del apóstol Pablo: “Examinadlo todo, retened lo bueno”. Lo que hay que aclarar al respecto es que pareciera que nos da libre acción de investigar muchos contextos humanos no inspirados por el Espíritu Santo, (Historia, Antropología, Teología, Sociología, Metafísica, Religión, etc,) para comparar contra lo que está escrito. “Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica” podrían decirme algunos entusiastas estudiosos en dogmas, pero olvidan el concluyente del corolario: NO TODO CONVIENE y NO TODO EDIFICA, por lo tanto, estudiar más allá del nuevo pacto implica:

A) falta de compromiso con la fe y más compromiso con la diosa sofía (sabiduría humana)

B) falta de amor al sacrificio y denuesto por la sabiduría de lo Alto que llega con el tiempo

C) falta de obediencia al querer ser maestros de modo religioso o dogmático

D) falta de humildad al desperdiciar tiempo en propagar el evangelio para ser falsos eruditos

E) falta de sujeción a lo que dijo Jesucristo: “mas buscad primeramente el reino de Dios y todas las cosas os serán añadidas” entre las cuales está por supuesto el conocimiento de las profundidades de Dios.

Así pues, amados, no caigan en la tentación de elucubrar pensamientos excesivos quita-tiempo de comprobar hechos relatados en el nuevo pacto, porque algunos terminan extraviándose en seguir ese camino interminable de hallar “pruebas” cuando la mayor prueba es precisamente la fe: “porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron”.

Es seguir las pisadas de nuestro Maestro, no asegurarnos si en verdad dejó camino. Es creer en su palabra, no demandar señal de verdad. Es obedecer, no cuestionar el mandamiento.

Que el amor, la paz, la sabiduría de lo Alto y la gracia de nuestro amado Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amén.

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