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Editorial 416 - Carta a los hermanos en la iglesia del Señor Jesucristo en la República Mexicana

Que el amor, la paz, misericordia y gracia del Señor Jesucristo sea con todos ustedes en su espíritu, amén.

Quisiera dar gracias al Padre por la enorme dicha de ser el Proveedor y Sustentador de esta nación, tan pecadora e imperfecta como el resto, pero que no se opone a que el evangelio del Señor Jesucristo sea disperso en su interior. Bendito sea el Señor Jesús por el favor de que las huestes del enemigo y que el poder de la ramera suplantadora de su iglesia, estén debilitados y que, de costa a costa, norte a sur, este a oeste haya quien anuncie y predique la palabra de vida dicha hace casi 2000 años.

Pero, también escribo para dar puntual amonestación a todas las iglesias de esta circunscripción territorial, por el poder y autoridad que el Espíritu Santo me da, a que no mengüen el anuncio de las buenas nuevas por dar prioridad a discursos perversos con aromas judaizantes, ecuménicos y especulativos del futuro.

No somos enviados a llevar mensajes caducos del pasado, sino a predicar a Jesucristo, el Justo, Hijo de Dios, Señor, Salvador, Maestro y Pastor de nuestras almas. Su palabra, dicho está, escrito permanece y sello del Padre de aceptado, NO PASARÁ: la palabra de Cristo.

Tampoco estamos para ser comparsas de los espíritus de error, cabilderos de blasfemos adoradores de satanás, amigos o aliados de sacrílegos pervertidores de la fe haciendo campañas juntos de alabanzas, adoración o predicación, pues esto lleva a sabotear la santidad y mancillar la voluntad del Padre y a contradecir la acción perfecta de desmarcarse del mundo como lo hiciera nuestro amado Señor Jesucristo cuando tuvo aquí su ministerio.

Mucho menos el seguir en la estulta carrera de adivinar, descifrar los últimos tiempos, diciendo que potentados, entes, asociaciones son la bestia, el anticristo de Apocalipsis, que el arrebatamiento ya fue o no será, etcétera. Amados, les vuelvo a recordar: esta información privilegiada les es negada por su soberbia y sólo será apta para quienes el Señor juzgue como dignos, quienes en verdad le obedecen y son fieles a la fe, pues es enseñanza privada a la iglesia y no al mundo.

No lo mencioné antes, pero es necesario comentarlo ahora, sigue en esta iglesia el espíritu engañador de poseer tierras, objetos, edificaciones como manera de demostrar que Dios es Dios de ricos y no de pobres: que la pobreza es pecado, castigo y desgracia. ¿Dónde en el nuevo pacto dice tal aberración? ¿No vivió Jesús al día, producto del trabajo de ellos, como pescadores y recolectores tenían su sustento? ¿Era Jesús un rico poderoso de alcurnia terrenal? Entonces, si no pasó de ser un sencillo carpintero sin más compromiso que obedecer hasta la muerte a su Padre, ¿por qué se atan el cuello voluntariamente a las piedras de molino que son la riqueza, la fama, el poder terrenal, las posesiones, marcas registradas? ¿No se dan cuenta de que ellos mismos se descalifican, quienes persistan con gran afán de tener dinero para construir templos, estaciones de radio o televisión, canales en la red con amplias vistas para monetizar? Y después de que logran eso ¿Qué? ¿El Espíritu habla por ellos? ¿No traían ya también su propia agenda sobre qué decir?

Si nuestra nación goza de grandes privilegios desde lo Alto al no ser azotada como la gran mayoría del resto de las naciones flageladas al extremo por la pandemia, la pobreza, el conflicto armado, las amenazas de guerra comercial, etcétera, ¡es porque muchos invocamos el Santo Nombre del Señor! Hay muchos hermanos justos, piadosos, santos, rectos y dignos de invocar el nombre de nuestro Padre y Él les oye, nos oye. Se le pide por las cosas y asuntos que pueden arreglarse conforme a nuestra necesidad, fe y Su Voluntad y Él por amor a su Hijo y por amor a nosotros nos atiende.

Debemos, pues, orar sin cesar; orando bien, lo que conviene y no lo que solo a nosotros nos conviene; orar porque los asuntos del Señor se hagan realidad, que no falten buenos obreros que prediquen la sana doctrina del Señor Jesucristo, que erradique a los malos obreros dentro de las congregaciones, que nos guarde en el amor fraternal, por las autoridades que no sean engañadas por el diablo o bien, que su misma maldad fluya como pestilente aceite que los haga ser irracionales.

Haciendo esto, el gobierno a todos los niveles será liberado de ser artífice del mal para perseguir a los enviados de nuestro Cristo, premiando el bien y castigando a quien haga el mal, será cubierto de corrupción por añadidura, porque sirve a Dios primeramente haciendo Su Voluntad.

Así que, hermanos amados, la amonestación es directa, clara e inapelable. ¿No son muy duras las palabras expresadas, hermano? Pueden cavilar. Sin embargo, -ruego a su amable consideración y meditación- en mi defensa diré esto: si la amonestación es dura, ¿cómo será la disciplina y juicio para quienes desoigan y no obedezcan?

Cabe añadir que la amonestación es un mensaje precautorio, previsor y de advertencia que el Espíritu siempre da, para que tampoco acusen algunos holgazanes espirituales como amenaza o maldición lo que se ha escrito. Dios nos ama, por eso nos avisa.

Espero firmemente en el Señor, amados hermanos, no dejemos ir esta benevolente misericordia del Padre y podamos seguir disfrutando este consuelo en cómo nuestra nación está siendo guardada de muchos peores males, confesando y siendo obedientes a lo que el Señor Jesucristo nos dejó como mandamientos y ordenanzas.

Desde el noreste mexicano, tan necesitado del amor de Dios y estando en lucha constante con oración y ruego, enviamos nuestros mejores saludos y bendiciones. Nuestro Padre ha escuchado muchas de nuestras oraciones por esta patria terrenal, por este estado y por este municipio y seguiremos fielmente orando por todos. Rueguen también por nosotros, amados, pues la oración del justo puede mucho, y cimentado en Jesucristo puede aún más en cuestiones de justicia social, buen gobierno, libertad de predicar a Cristo, fortaleza y cimentación de todas las congregaciones en Jesucristo como el Hijo de Dios y que no nos falte nada.

La paz, el amor y la gracia del Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados hermanos, amén.

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