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Editorial 415 - El buen juez por su casa empieza.

Amados creyentes, deseamos en el Espíritu que la paz del Señor Jesucristo esté plenamente en ustedes, que sean llenos de su amor, estén fortalecidos en la fe y esperanza y que practiquen la santidad como nuestro Padre nos mandata.

Al respecto, nuestro Padre celestial nos ama y por eso nos pide que seamos santos para Él, no para nosotros o el mundo, dado que con esto nos constituimos como fieles imitadores de nuestro Señor Jesucristo y a su vez nos diferenciamos del mundo y sus redes de engaño.

Amados, el Padre es consciente que el evangelio es mucho quehacer espiritual, seguir el evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo no es fácil -en la carne hablo, en el alma hablo, mas no en el Espíritu-; sin embargo, como el Juez que ha de juzgar al mundo -en los postreros pero cada vez más cercanos tiempos- debe ser congruente y por eso es que nos exige como amoroso Padre no salgamos de Su voluntad, no desoigamos la voz edificadora de nuestro Señor Jesucristo -en sentido figurado escribo para no ser malinterpretado- y dejemos entristecer y menguar al Espíritu Santo, quien hace la obra espiritual en nosotros.

Siendo hijos, no podemos tomar tal exigencia como imposición esclavista, más bien como ordenanza precautoria de que hay consecuencias si salimos de Su santidad.

Si alguien que se diga hijo escapa de la influencia espiritual del Padre por seguir su propio derrotero se expone a los peligros propios que son naturales al mundo: miseria espiritual, juicio constante, pago de pecados, desgracia espiritual, derrota por la falta de poder y si además de eso se opone al mismo Dios y a nuestro Señor, muerte espiritual. Por tanto, nadie que se diga hijo hará tal cosa, sino solamente los contumaces infiltrados, los que por emoción o conveniencia y no convencimiento confiesan el santo nombre del Señor.

Si los hijos hoy en día somos sometidos al escrutinio del acusador, mundo y almas adúlteras para justificar sus fechorías, ¿cómo estarán ellos cuando los papeles se inviertan, es decir, los santos sean ascendidos y ellos en la tierra sean escrutados por el ahora Juez divino?

Es mucho mejor, aceptar esta vida de obediencia, sujeción y santidad que el Padre nos pide vivir por un poco tiempo a través de obedecer la palabra de Cristo que vivir en el libertinaje efímero del mundo. Aspiremos a ser hijos del Gran Juez y aceptemos sus reglas para nuestra perfección espiritual.

La paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes, amados hermanos, amén.




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