Que el amor, la paz y gracia del Señor Jesús sea con ustedes amados, hermanos, lectores y creyentes, en su espíritu, amén.
Vemos en el mundo cómo la especie humana tiene una hipócrita y falaz forma de relacionarse entre unos tipos de sociedad con otros. Mientras el espíritu ecuménico religioso declara que “Dios tiene diferentes manifestaciones, pero que en esencia es el mismo”, los espíritus económico, político y bélico sostienen otro argumento.
El primero dice: que el rico está para reinar y el pobre para obedecer. No debe existir clase media alguna y los pocos privilegiados deben ser adorados y servidos como deidades por los desposeídos, los pobres y los errantes.
El segundo dice: hay etnias puras, originales, únicas y con mejores atributos que otras cuyo color, complexión o figura resultan ser indignas para el mutuo convivir, e incluso el vivir.
El tercero dice: solo con la muerte se acaba con la intolerancia, la corrupción, el despojo, la injusticia, la pobreza y el rezago. La ley del más fuerte prevalece.
Pero Dios no aprueba esto de ninguna manera. Aunque muchos achaquen a Dios dichos problemas, lo cierto es que es el mismo hombre quien los creó, sustenta y sufre -de ahí la hipocresía descrita al principio-. La razón primordial es que Él es amor y en el amor no hay temor, pobreza u odio, de manera que el género humano, al resistirse a oír la voz de Dios tiene la consecuencia de su mal actuar espiritualmente hablando.
En el aspecto económico, lo que Dios tiene estipulado es: mejor es dar que recibir, ser dadores alegres, el que da al pobre a Dios presta, actuar con fe y esperanza que la dádiva sea en efecto útil y ayudadora, solo por mencionar algunos principios espirituales. El mismo Cristo se brindó en dar su evangelio, sus milagros y su amor sin costo alguno, tan solo creer en él.
En el aspecto político, se mencionan los principios de: hijos obedeced a vuestros padres, padres, no exasperéis a vuestros hijos, siervos obedezcan a vuestros amos, amos sed tolerantes con sus siervos, orad por las autoridades, los deberes entre varón y mujer como esposos, ponerte a cuentas con tu hermano, perdona hasta setenta veces siete, tratar a todos como quieres que te traten, etcétera.
En cuanto al aspecto bélico, el Señor declara: “mía es la venganza, yo pagaré”, orad por vuestros enemigos, bendecir a quien te maldice, no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, por decir algunos ejemplos.
De manera que ¿quién es el problema? ¿Dios, que te dice cómo debes conducirte porque Él sabe cómo es cada una de sus criaturas y con cada una de estas leyes espirituales se asegura paz entre todos? ¿O el hombre, quien por maldad, ignorancia, soberbia, rebeldía y perversión sabotea estas leyes o bien las incumple, con los resultados consabidos?
Porque hasta aun quienes niegan a Dios con su boca, con sus actos ellos le dan razón cuando obedecen estas leyes y por tanto, gozan de vida y salud para seguir denostando al Dios que “no existe”, pero su mera existencia le comprueban. En fin, la hipocresía.
Por eso es que esta palabra no es para el mundo, porque ellos no son los elegidos para obedecerla, sino a nosotros, los hijos espirituales. El Padre sabe cómo guardándonos en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo actuaremos conforme a la economía del dar y recibir con fe, en estar en paz con todos y en practicar el amor.
El mundo, pues, pagará por su rebeldía y nosotros seremos premiados conforme a la obediencia santa a los preceptos dados por nuestro Dios. En nosotros, como conclusión, no debemos segmentar a las personas por etnia, posición social, situación económica, porque Dios hizo al rico y al pobre, da paz al afligido y restaura toda realidad funesta.
El poderoso es el Él pues ha puesto todo de manos de nuestro Señor Jesucristo, así que, hermano lector, no seas racista, elitista y clasicista porque si Él no te desechó para traerte a los pies de Jesucristo y el Señor Jesús no te echó fuera, sino que te lleva al Padre: ¿Quién te ha dado la autoridad para hacer acepción de personas? No olvidemos que también dice la escritura que no es de quien quiere o del que corre, sino de quien Dios tiene misericordia.
Estos espíritus de elitismo, clasicismo y racismo son mutiladores del cuerpo. Si no quieres ser cortado por Jesucristo tras ser tú el divisor en la iglesia separando y creando cismas entre los hermanos, sé juicioso y no te andes por vista, sino por el Espíritu.
Que el amor, la paz y gracia del Señor Jesucristo sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.
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